No entiendo por qué nadie se ha preocupado en desvelar a quién pertenecen las dieciocho huellas dactilares y una palmar aparecidas en los célebres 'papeles del sirio', que dieron pie a la apertura del 'caso Erial' y que ninguna de ellas proceden del expresidente de ... la Generalitat, Eduardo Zaplana, el más popular de entre todos los procesados y principal objetivo del Ministerio Fiscal durante este tiempo. Aún más sorprendente, tampoco hay del exgerente de Imelsa, Marcos Benavent, a los que fueron entregados según figura en la causa. ¿Cómo es posible que ni uno ni otro hayan dejado huellas? Ni a quien imputan su pertenencia pues dicen haberlos encontrado en el que fuera su piso, ni a quien se supone ser su vehículo portador.
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¿Acaso no debe ser importante conocer la identidad de quienes estuvieran manejando esos papeles? Según me indican, las defensas no estaban en situación de solicitarlo cuando se dio a conocer esta circunstancia ya que el juicio estaba celebrándose pero ¿tampoco el tribunal ni la Fiscalía? ¿Teme que su descubrimiento desjarrete el argumentario de la acusación? Lo sorprendente es que semejante circunstancia se quede sin salir a la luz. Porque una cosa está clara, el análisis lofoscópico de los documentos realizado por el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil y que la Sección Cuarta de la Audiencia de Valencia confirmó, según comunicó el propio presidente de la Sala, Pedro Castellanos, no hay huellas de Eduardo Zaplana ni de Marcos Benavent.
Este misterio, porque no deja de ser un misterio, sobre la identidad de las personas que manejaron los famosos folios amplía las sombras sobre el origen de los mismos -unas veces encontrados en un altillo, otras en la caja fuerte, cerrada o abierta según versión...- así como las maniobras hasta aparecer asombrosamente en el despacho de abogados y el correspondiente descubrimiento de los miembros de la UCO de la Guardia Civil. El tema, según mi amigo Rogelio, da argumento suficiente para una serie de televisión, cuyo final está todavía abierto, más aún por la circunstancia que ocupa estas líneas.
Visto desde fuera, da la impresión de que conocer la identidad de esas diecinueve muestras físicas puede resultar esencial a la hora de dictar sentencia. Y quizá el tribunal la sepa. Ha transcurrido mucho tiempo desde las primeras pesquisas y los acontecimientos se suceden. Como decía uno de los personajes de Arturo Pérez Reverte en 'El problema final', «el paso del tiempo no altera los hechos, se limita a presentarlos bajo un aspecto diferente». Veremos el desenlace. Así es la vida.
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