El imperio de la bicicleta se ha visto relevado, corregido y aumentado, por el del patinete eléctrico, hasta tal punto que los viandantes y los usuarios del Metro -no sé si en la EMT pasa igual- se ven obligados a practicar la condescendencia en grado ... más alto que hacia los mayores. La entrada de una persona con el instrumento totalmente desplegado provoca una movida de cuidado entre los pasajeros. Soy testigo de ello como cliente diario e indefenso.
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Esta reflexión en voz alta a través de este gallinero me persigue cada vez que el intruso electrónico aparece para molestia general y hoy motivada por la decisión de Renfe de prohibir, a partir del 12 de diciembre, la entrada de estos aparatos en sus vagones de viajeros tanto de cercanías y regionales como de alta velocidad y larga distancia. La medida, según la versión oficial y expresada en estas páginas ayer mismo por Paco Moreno, se fundamenta «por la situación de peligro generada ante el incendio de baterías en algunos transportes públicos». Es una razón poderosa y en favor de la seguridad, pero bastaría con el fastidio originado a los demás.
Al parecer y según esa misma información, el Gobierno de Carlos Mazón estudia copiar la resolución. En mi opinión, ya está tardando. Ahora es un momento adecuado al no haber elecciones a la vista y los presuntamente «'perjudicados' se habrán olvidado de ello dentro de cuatro años. Bien es verdad que me conformaría con la imposición de acceder con el patinete plegado, una medida que, por otra parte, debe estar en vigor porque yo he presenciado a un maquinista salir de la cabina y abogar a un ciudadano a doblar el deslizador callejero. Lo vi con mis propios ojos e imagino que la razón le asistía al conductor del tren. Evidentemente, la razón del fuego es determinante.
Los patinetes eléctricos, estoy convencido, han llegado para quedarse. Por ello, es necesaria una regulación en su uso. Seria y eficaz. No es tolerable el 'salvajismo' protagonizado por las calles de Valencia, donde los ciudadanos hemos de ser sumamente precavidos para atravesar un paso de peatones o el carril-bici por más verde que tengamos el semáforo. Y ¡ojito con llamar la atención a sus conductores!. Te expones a la respuesta maleducada si no al exabrupto, gracias a la tendencia a la coprolalia cada vez más generalizada en nuestra sociedad.
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Esta vez, Renfe ha marcado la pauta y, cuando algo es acertado, lo más inteligente es adoptarlo y practicarlo. Alfonso Novo, como director gerente de Ferrocarriles de la Generalitat Valenciana, habrá tomado buena nota y estoy seguro que sabrá convencer a la consellera. Y hasta al presidente. Así es la vida.
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