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¿Qué quiso decir el presidente y portavoz de Vox, Santiago Abascal, con la advertencia lanzada a su homólogo del PP, Alberto Núñez Feijóo, en pleno debate de investidura de Pedro Sánchez? ¿Expresaba con ello la intención o la decisión tomada ya de su partido? ¿ ... Estaba anunciándole una carga de profundidad para la coalición de calado político e institucional? En definitiva, ¿ha decidido Vox salirse de todos los gobiernos autonómicos y municipales que actualmente comanda con los populares?
Me refiero a las palabras con las que Abascal instó a Feijóo a paralizar la amnistía en el Senado con su mayoría absolut: «Tiene la obligación legal y moral de hacerlo. De lo contrario, estarían colaborando lateralmente con el golpe y eso nos impediría a nosotros colaborar con ustedes en el resto de las instituciones».
Abascal sabe muy bien que estaba pidiendo un imposible, que el PP no puede cortar la tramitación de la proposición de Ley aprobada por el Congreso. No hay una doble tramitación, por la Cámara Baja y la Cámara Alta, sino una única. Los populares ya han hecho lo que está en sus manos: cambiar el Reglamento del Senado para retrasar el trámite un par de meses. Éste imponía un plazo de quince días para tramitarla cuando el Congreso la declare de «urgente tramitación». Ese plazo ha sido ampliado a dos meses como para cualquier otra Ley. Y ahí queda la cosa.
Por ello viene a cuento la reflexión de mi amigo Rogelio que me ha hecho pensar si efectivamente Abascal, que conoce muy bien estas legalidades, estaba comunicando a Feijóo la decisión de abandonar la cohabitación institucional porque la experiencia le está resultando más negativa que positiva, que desde la entrega en la gobernación ha bajado en la expectativa de voto. ¿Se trata de adoptar una vía más diacrónica que la actual?
En fin, el Senado es simplemente la Camara de segunda lectura y, por más modificaciones que haga al texto, ha de devolverla al Congreso y allí imponer el original. Para quienes estamos contra esta felonía y después de la perspectiva colaboracionista que ofrece el actual Tribunal Constitucional, solo nos queda la esperanza, en mi caso cargada de escepticismo, de que el Tribunal Europeo la paralice por una «cuestión de prejudicialidad».
No sé qué más está en nuestras manos. Eso sí, este escenario me recuerda la frase que Roberto Santiago plasma previa al texto en 'La rebelión de los buenos' citando a Edmund Burke, «para que el mal triunfe solo es necesario que los buenos no hagan nada». Pues es la hora de los buenos. Así es la vida.
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