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No conozco en profundidad la conveniencia o no de la llegada de turistas a Valencia a través de los cruceros, por lo que me siento incapaz de adherirme o criticar la decisión del Ayuntamiento de prohibir estos transatlánticos, como tampoco tengo contestación a la pregunta ... de mi amigo Rogelio ¿por qué durante años hemos demandado su llegada a nuestro puerto? En pura lógica, no supe qué responder. Recuerdo que entonces yo mismo escribí algún Gallinero con esa reclamación.
Quizá mis dudas le hicieron envalentonarse y continuó con esa especie de contestación a la decisión municipal. «Si realmente -añadió- queremos limitar la avalancha de foráneos ¿qué sentido tiene que el sector turístico reivindique, desde un sentimiento discriminatorio, otra pista para el aeropuerto de Manises o la ampliación de las instalaciones de Elche-Alicante-Miguel Hernández o la batalla por ampliar el puerto de Valencia para una terminal de pasajeros para ferris y cruceros? En este sentido, no termino de entender las declaraciones el domingo a LAS PROVINCIAS del gran empresario Adolfo Utor, presidente y propietario de Baleària: «Los cruceros son una dificultad. Los puertos están para facilitar el comercio, no para albergar hoteles flotantes». Bueno las comprendo y justifico desde las perspectiva de la competencia de intereses con MSC. Si se trata de evitar aglomeraciones, su objetivo es transportar a las Baleares cuantos más pasajeros, mejor.
Cuando alego el rechazo a la masificación del turismo, expresado ese mismo día en este periódico, mi amigo se vino arriba y señaló, «no tiene sentido que llevemos más de setenta años promoviendo la arribada de visitantes, ejecutamos como atracción la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el Oceanográfico, los Museos, el IVAM, los grandes eventos, la playa... y ahora decidimos finiquitar toda esa política. ¿Por qué? Si es porque esos excursionistas no dejan dinero, que se cobre una tasa».
Lo cierto es que la protesta de grupos izquierdistas contra el turismo emerge actualmente hasta, al parecer, afectar a nuestros gobernantes. Insisto, no tengo opinión formada, pero provoca un sincretismo difícil de comprender. Es como poner puertas al campo mientras los vuelos y pasajes ofrezcan precios accesibles y la globalización progrese. De cualquier forma, traslado a mi amigo mi compromiso, en modo promisorio, de ampliar mi argumentario para rebatirle y, de paso, le recuerdo las palabras de un personaje de 'El problema final' de Pérez Reverte, «el paso del tiempo no altera los hechos, se limita a presentarlos bajo un aspecto diferente». Así es la vida.
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