El flamante embajador de España en la OCDE se ha marcado como una prioridad para su mandato la promoción del español (castellano en nuestra Constitución) dentro de la entidad hasta conseguir su oficialidad. Ximo Puig, según mi amigo Rogelio, cuenta ya con el apoyo de ... los países hispanoamericanos miembros -México, Costa Rica, Colombia y Chile- que han expresado su interés, no en vano aglutinamos a más de 230 millones de personas hispanohablantes, además de los millones en el mundo que apuestan por su aprendizaje.
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Quién se lo iba a decir al expresidente de la Generalitat que la vida le conduciría por esta vía. Tantos años calificándole de pancatalanista y ahora enzarzado en una cruzada muy plausible. Me recuerda, exagerando un poco, al pasaje de los Hechos de los Apóstoles sobre Saulo de Tarso (más conocido como San Pablo) agresivo perseguidor de cristianos que se convirtió a la fe un día que viajaba a Damasco y, cegado por una luz divina, se cayó del caballo escuchando una voz «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?», «¿quién eres?», «soy Jesús, a quien tú persigues». Tras este encuentro, quedó ciego hasta que Ananías le visitó y, en nombre de Jesús, le puso las manos sobre la cabeza y sus ojos volvieron a ver. Desde entonces, su vida cambió de forma radical con dedicación exclusiva a predicar el Evangelio hasta convertirse en el «Apóstol de los gentiles» y alcanzar la santidad.
Lo importante se centra en la tesis de Puig de ver el español como un activo económico que en la OCDE se encuentra muy por debajo de su potencialidad al no ser oficial -lo son el inglés y el francés, aunque cada vez va imponiéndose el primero- a pesar del segundo en el mundo y no olvidemos que las lenguas no son sólo un instrumento de comunicación, son algo más. Quien domina la lengua, domina otras facetas o lo tiene más fácil. España tiene una gran oportunidad y tenemos el apoyo de las naciones hispanoamericanas citadas. Más aún, Perú y Argentina, también Brasil, están en proceso de integración a este organismo internacional.
Ahí tenemos a nuestro expresidente enfrascado en una operación complicada y batallando para que la aceptación sea por la importancia del español, no a costa de un precio económico. Tarea ardua porque no hay camino fácil para llegar donde se quiere ni, como leí en 'Nadie en esta tierra', «no se hacen buenos marineros en una mar tranquila».
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Esta aventura de Ximo Puig ha sorprendido a mi amigo que duda entre la persona cuya devoción por el español proviene de una convicción intrínseca y desconocida para la mayoría o se ha producido una epístrofe similar a la del Nuevo Testamento. Así es la vida.
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