Secciones
Servicios
Destacamos
El código QR, esa cuadrícula aparentemente inofensiva, se ha convertido en una herramienta de exclusión en nombre de la modernidad. Lo que comenzó como una ... solución rápida durante la pandemia para reducir contactos y compartir información sin papeles, ha terminado asentándose como una imposición digital en múltiples ámbitos de la vida cotidiana. Restaurantes, comercios, eventos, administraciones y hasta centros de salud han adoptado este sistema sin ofrecer alternativas reales para quienes no manejan dispositivos móviles o carecen de habilidades tecnológicas.
Lo más grave es que muchas veces se da por hecho que todos los ciudadanos tienen un smartphone y saben cómo utilizarlo. Pero esto está muy lejos de la realidad. La situación se vuelve absurda cuando, por ejemplo, una persona entra en un restaurante, dispuesta a pagar por un servicio, y se encuentra con que no hay carta física. Si no tiene móvil, batería, o conocimientos para escanear el código QR, simplemente no puede ver el menú. Se ve forzada a pedir ayuda o, en el peor de los casos, a irse. ¿Desde cuándo se acepta que para comer fuera haya que pasar primero por una barrera tecnológica? Este sistema es desproporcionado en relación al argumento de que mejora la higiene y el medio ambiente. También representa un ahorro económico para los negocios, al evitar la impresión constante de menús.
Este tipo de situaciones se repite cada vez con más frecuencia en sectores donde antes se garantizaba una atención directa y accesible. El uso del QR se ha convertido en sinónimo de «resuélvalo usted mismo», desplazando la responsabilidad al usuario y dejando fuera a miles de personas, especialmente mayores. No es un detalle menor: en España hay más de diez millones de jubilados, muchos de los cuales no han tenido una relación habitual con la tecnología y ahora se ven obligados a depender de terceros para hacer gestiones tan básicas como leer una carta, descargar un informe médico o incluso acceder a su entidad bancaria.
Las supuestas ventajas de estos sistemas -rapidez, ahorro de papel, eficiencia- quedan muy por debajo del perjuicio real que provocan. Se ha normalizado un modelo que prioriza la comodidad empresarial frente al derecho de los ciudadanos a ser atendidos sin barreras tecnológicas. Y lo más alarmante es la falta de respuesta institucional: los gobiernos deberían proteger a los más vulnerables, no permitir que se impongan métodos excluyentes sin ofrecer alternativas.
La tecnología puede ayudar, sí, pero imponerla sin opciones es, sencillamente, un abuso. Estoy en contra de la tiranía del QR, no de la existencia de este avance tecnológico. Así es la vida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.