ZP, la vergüenza de la democracia

Ojalá su misterioso apartamiento vaya motivado porque aún le queda alguna dosis de pudor y ha renunciado a defender lo indefendible como es la manipulación de las actas electorales a la que están dedicadas las huestes del sucesor de Hugo Chávez y no este inmerso con ellas en la propia maniobra tecnológica. Lo indiscutible es su mutismo inaceptable en un demócrata de verdad ante las tropelías protagonizadas por el régimen de Maduro como, por poner algunos ejemplos recientes, la represión contra la oposición, la expulsión de la delegación del Partido Popular, el maltrato dado a un diputado de Vox y, finalmente, la manipulación de los resultados electorales. La coincidencia con Podemos en el socorro a la Dictadura va más allá de la simple conveniencia para formar gobierno. El PSOE de Sánchez coincide más con el PC que con la socialdemocracia.

Como español, peor aún que la intervención de ZP en la política del país hermano es su influencia, según coinciden todos los opinadores, sobre Pedro Sánchez, lo cual me preocupa y debería preocuparnos. Nada bueno se percibe en la actitud de éste, a quien poco le importan las leyes, los compromisos ante los ciudadanos ni las ideologías con las que abrazarse con tal de continuar en la poltrona. Su empeño por controlar la Justicia en su totalidad resulta muy esclarecedor.

Quiero terminar estas líneas con el contrapunto satírico a este silencio atronador en modo oxímoron de ZP expresado por Esteban González Pons (PP) en las redes sociales «Exijo a Maduro una prueba de vida del español Zapatero, desaparecido una semana. Voló a Caracas (con quién) y no ha regresado. Guardó silencio ante detención y deportación de compatriotas parlamentarios, un golpe de Estado y terrorismo de Estado. Temo que se haya desorientado». No sé si estará desorientado, como ironiza el representante popular. Sí sé que desorientó en su hégira presidencial la obra de la Transición y el camino a la definitiva reconciliación de todos los españoles. Así es la vida.