Hace falta tener la cara dura para ponerse al frente de la reivindicación de la vivienda. Si alguien no está legitimado para abanderar esa petición, ése no es otro que Pablo Iglesias. Si de vivienda hablamos, su paso por el Gobierno sólo le distinguió con ... la adquisición de un chalet para él y su familia en Galapagar, una de las zonas más emblemáticas de la Comunidad de Madrid. Sin promover, eso sí, la construcción de viviendas sociales. Por más que esta competencia esté transferida a las Comunidades Autónomas, el Gobierno central, del que él ocupó una vicepresidencia, tiene posibilidades sobradas para coadyuvar a las regiones y ayuntamientos en ese menester, y no las utilizó.
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Sin embargo, ni corto ni perezoso, el fundador de Podemos ya está de nuevo en el aprovechamiento de esta necesidad social para anunciar veladamente un nuevo 15M que tan buenos resultados le dio hace trece años. Ya tenemos en Valencia el asentamiento de unos cuantos -apuesto por que irán a más- en la Plaza del Ayuntamiento, una protesta que, además de responder a una necesidad y un derecho, viene incentivada, al menos aquí, por la ideología, por la batalla contra el PP.
No es casualidad que, en tal sólo un año del Gobierno popular en la Comunitat, haya surgido el levantamiento callejero, cuando ha habido un silencio, en modo oxímoron, durante los ocho años del Gobierno de izquierdas. Ni una manifestación durante ese periodo, a pesar de que haber brillado por la ausencia de la construcción de VPO. Quienes hoy pretenden liderar esa batalla callejera pusieron en servicio 14 viviendas sociales en ocho años. Sí, sí, con Joan Ribó (Compromís) como alcalde. Con el agravante de que la Concejalía responsable en esa materia estuvo en manos de su coalición, al menos durante una legislatura, en la que el partido de Iglesias no hizo nada de lo que ahora se ocupa.
Ni el Gobierno central -PSOE y Sumar- ni sus satélites han cumplido con sus compromisos electorales. Como escribía ayer mi amigo y admirado Pablo Salazar en LAS PROVINCIAS «sus medidas legales no sirven. Las restricciones al precio y el hostigamiento a los propietarios produce muy limitado efecto. Lo que de verdad puede ayudar, por simple que parezca, es la construcción masiva de viviendas».
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Para ello, es imprescindible el acuerdo de las Administraciones públicas con la iniciativa privada, facilitando la oferta de suelo como única salida para precios asequibles y la mejora de las condiciones para su adquisición o alquiler. Mientras esto llega, si llega, tendremos que soportar el acoso al PP de la izquierda. Así es la vida.
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