El fracaso en 1588 de la Armada Invencible fue, según algunos historiadores, uno de los episodios de la historia donde la suerte ha jugado un ... papel más relevante. El rey Felipe II siempre entendió que su misión era divina y que el resultado sería propiciado por la providencia.
Con el respeto debido al rey Felipe II y desde mis convicciones religiosas, dudo mucho que la divina providencia haya querido que el 29 de octubre de 2024 pase a los anales de la historia como la mayor tragedia natural de nuestro país, y que haya querido que la devastación cubriese las tierras valencianas. Por el contrario, la fe puede ayudar a reconfortar el corazón de aquellos que lo han perdido todo, a los familiares de las víctimas y a servir de luz y fuerza para continuar luchando.
Es imposible no pensar en la difícil situación por la que están atravesando miles de valencianos a los que el 29 de octubre les cambió la vida. Un mes después, las personas siguen siendo lo más importante, pues siguen necesitando de mucha ayuda y atención. Pero, sobre todo, necesitan volver a confiar en sus representantes políticos, volver a creer que están en política para resolver sus problemas.
Todo dependerá de la voluntad y del liderazgo transformador de los políticos
No es mi intención contribuir a agitar, más si cabe, la conversación pública, lanzando soflamas incendiarias, imputando responsabilidades y olvidando que el foco debe estar en quienes sufren. Tampoco es mi voluntad sentar cátedra desde la tribuna que me facilita este periódico y desde la comodidad que ofrece estar en la barrera como espectadora. Siempre he valorado a los políticos que dan la cara, aunque ello suponga que se la partan; a los que no se esconden tras calculadas estrategias electorales. Y valoro a quienes se ganan la confianza de sus ciudadanos más en las calles que en los despachos.
Como bien decía Michael Ignatieff, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024, «la política sirve a las personas y los políticos deben aprender a aceptar sus veredictos. Estos pueden ser dolorosos y difíciles de entender, pero no disponemos de ningún otro árbitro, en lo que a nuestra vida en común respecta».
Y el veredicto de los afectados por esta tragedia es claro: las Administraciones Públicas y los representantes políticos les han fallado en el peor momento. Y las costuras del Estado Autonómico han saltado por los aires ante la inacción de unos y el tacticismo de otros.
Precisamente por esto, y para evitar que todos aquellos que prometen el cielo en la tierra planteando soluciones fáciles y populistas a problemas complejos, puedan campar a sus anchas en el territorio afectado por la DANA, es por lo que hay que insistir una y mil veces en la unión y coordinación como valor político fundamental y como una necesidad moral ante una tragedia de estas dimensiones.
La unión como principio de acción, como concertación de voluntades diferentes y como instrumento para la superación de divisiones.
Unión y coordinación para que esta tierra vuelva a tener un próspero futuro. Esto requerirá sumar voluntades y talentos; sobre todo talentos para acometer la reconstrucción, o mejor dicho, la restauración, porque la Comunitat Valenciana es una obra de arte. Esta frase se la escuché el otro día a un representante de una de las localidades afectadas en un acto que la Asociación de Juristes Valencians organizó en Madrid.
Para la reconstrucción debería utilizarse el procedimiento que Robert Schuman y Jean Monnet utilizaron en la construcción europea, el famoso «step by step».
Como dijo Monnet, «Europa (en este caso Valencia) no se hará de golpe, ni con una construcción de conjunto, se hará a través de realizaciones concretas creando primeramente, y ante todo, una solidaridad de hecho». La sociedad valenciana ya ha dado muestras de esa solidaridad y cooperación. Ahora, el reto es instaurarlas en la clase política.
Hay que ir paso a paso; proyecto a proyecto; uniendo a los mejores para elaborar proyectos que, esta vez sí, se ejecuten. Actuar con una visión de transformación y cambio. Utilizar la planificación urbanística como palanca para una profunda reflexión acerca del modelo de ciudad y de territorio que queremos, teniendo en cuenta las experiencias vividas y los errores del pasado.
Valencia necesita un plan de reconstrucción ambicioso que incluya importantes ayudas directas que lleguen a los afectados; pero también, incentivos fiscales, impositivos, laborales y comerciales tanto a nivel autonómico como a nivel estatal y europeo; haciendo de nuevo atractiva nuestra Comunitat. También necesita infraestructuras hidráulicas para combatir el cambio climático y mitigar sus efectos. Este tipo de obras tan necesarias para prevenir y abordar los desafíos relacionados con el clima y el medioambiente son plenamente financiables dentro del Pacto Verde Europeo y las políticas europeas de lucha contra el cambio climático. Y en las instituciones europeas, la Comunitat Valenciana tiene una nutrida representación política.
Monnet dijo que «los hombres sólo aceptan los cambios por necesidad, no ven la necesidad más que en las crisis». Estamos en un momento de crisis. Aprovechemos para liderar y acometer una verdadera transformación con las personas siempre en el centro de toda actuación pública o privada. Porque si olvidamos a las personas, las abandonamos a su suerte o simplemente las utilizamos como pretexto para sacar rédito político, se estará cometiendo una de las mayores traiciones a un gran pueblo que ha demostrado valentía, coraje, solidaridad, resistencia y humanidad. Se corromperá la democracia si olvidamos a los ciudadanos y sus problemas. Luego que nadie se asombre o se queje de sus consecuencias.
Todo dependerá de la voluntad y del liderazgo transformador de los políticos.
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