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Imagen. Aunque es pronto para darle esa etiqueta (acabamos de estrenar el mes de abril), el presidente de EE UU, Donald Trump, nos ha ... dejado la que será una de las imágenes del año: el cartel con la lista de aranceles, entre ellos el 20% a todos los productos importados de la Unión Europea, que -salvo sorpresa- entrará en vigor el próximo miércoles 9 de abril. Memes aparte (busquen el vídeo en el que va cantando los aranceles cual si fueran tapas en un bar), el líder estadounidense apareció en el jardín de la Casa Blanca dispuesto, una vez más, a liarla y anunciar que se acabó eso de estafar al gigante americano. De fondo, una verdad que Trump nunca ha reconocido: necesita dinero para cumplir su gran promesa electoral, bajar los impuestos, y para ello los aranceles son el único instrumento a mano dado que se ha alcanzado el límite de deuda autorizado por el Congreso. En otras palabras, que más que la UE sea «muy, muy mala» con EE UU la realidad es que Trump necesita ingresos de forma rápida. Y así estamos, metidos en una guerra comercial que puede suponer una recesión mundial aunque los ciudadanos de a pie veamos estos porcentajes como algo, por ahora, lejano a nuestro bolsillo.
Competencia. Y la realidad es la contraria. En un primer momento los aranceles no deberían afectar directamente a los precios que pagamos los consumidores españoles; de hecho, en el corto algunos productos (vino, aceite, etc.) podrían bajar si no tienen salida en el mercado estadounidense. Pero, a largo plazo, si esas ventas no se derivan a otros destinos (en los que, a su vez, habrá más competencia porque todos los países buscarán nuevos mercados), los precios sí podrían subir para evitar despidos o el cierre de empresas. Sobre todo si miramos a China, una de las más perjudicadas con las medidas de Trump y que podría lanzar una ofensiva comercial con precios muy bajos. No lo digo yo, sino Funcas, que en un informe publicado esta semana recoge la preocupación por el riesgo de «crecimiento exponencial de las importaciones en línea de productos fabricados en China que, por su valor (inferior a 150 euros por envío), están exentos de impuestos en Europa». ¿Traducción? Aluvión de artículos en el continente tras el cierre del mercado estadounidense con el impacto correspondiente en las industrias locales, que, por otro lado, llevan tiempo advirtiendo de que la incertidumbre y el contexto geopolítico no benefician al crecimiento y ahuyentan las inversiones.
Respuesta. En esas estamos mientras seguimos esperando la reacción de la Comisión Europea, que más allá de prometer una respuesta firme y unitaria, aún no ha detallado sus pasos. La incógnita es si de verdad será capaz de dar una respuesta única o será, una vez más, un 'sálvese quien pueda'.
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