Viniendo de la playa, paramos en Ikea a comprar unos marcos para unas fotos y acabamos llenando el maletero de cachivaches. Al ir a pagar, ... la cajera nos descubrió: «Se nota que son ustedes abuelos». Efectivamente, en el carrito traíamos una mesita infantil de color rojo y una sillita azul, varios platitos de colores, vasitos, cucharitas, una hamaquita… La lista de adquisiciones, con tantos diminutivos, parecía un cuento infantil. También traíamos una trona y una cuna grandes porque las que tenemos en casa se han quedado pequeñas.
Al llegar, distribuimos las compras por la casa y ahora no tenemos hogar, sino una caótica 'Casa del dragón' en la que hay estorbos por todos lados. Los lectores que sean abuelos saben de qué estamos hablando porque, aunque solo nos dejen a la nieta alguna mañana, hemos convertido nuestros domicilios en un caos de cunas, tronas, correpasillos, hamacas, carricoches y bañeras. En nuestro 'Juego de tronas' no gobiernan las reinas Sansa Stark, Cersei Lannister ni Danaerys Targaryen, sino la princesa de Invernalia, Altojardín y Roca Casterly: nuestra nieta, que se sienta en la trona, ordena y manda.
Hoy lunes, se emite el segundo capítulo de 'La casa del dragón'. Tras la calma del primer episodio, se anuncia tempestad, que es lo que sucede en nuestras casas, siempre en silencio y armonía hasta que aparece la dragona Syrax y todo lo trastoca. La diferencia es que en la serie hay dolor y sufrimiento, mientras que a nosotros nos encanta que nuestra nieta, una mezcla de Jon Nieve, ¡qué majo!, y la bruja Melisandre, ¡qué miedo!, haga de las suyas. Los abuelos no necesitamos series para vivir en tensión, nos basta con nuestro 'Juego de tronas'.
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