Urgente El Gordo de La Primitiva entrega dos premios de 75.000 euros en dos provincias este domingo

Mi abuela era maestra en un pueblo asturiano llamado Proaza. Pasaba con ella temporadas y me llevaba a su escuela. Allí empezó a gustarme enseñar. ... En la plaza de Proaza, había una tienda a la que llegaban los periódicos en el autobús de Teverga. Cuando crecí, en cuanto escuchaba el claxon del autocar, me acercaba a la tienda y compraba El Comercio. ¿Por qué El Comercio? Pues supongo que por su nombre tan campanudo y categórico. Llamándose así, solo podía ser universal, cosmopolita, abierto y útil.

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En Ceclavín, el pueblo extremeño de mi madre, me sucedía algo parecido. Mi abuelo llevaba la central telefónica y allí, escuchando conversaciones, me entró el gusanillo de enterarme de todo, analizarlo y contarlo. Mi abuelo recibía, y yo lo leía con avidez, otro periódico de nombre tajante: Ya. Y así, entre aulas, teléfonos y periódicos rotundos fue germinando una vocación docente y periodística que tiene, como todo en la vida, sus hábitos y costumbres. Una de ellas es que me gustan los periódicos de nombres luminosos y definitivos.

Por ejemplo: Hoy. O aquellos que asumen conceptos categóricos: Ideal, La Verdad. No desdeño los apelativos geográficos, pero tienen que ser más poéticos que toponímicos. Cómo no entusiasmarse ante El Diario Montañés o El Norte de Castilla. Tienen la emoción de un cuento de Pereda, de una novela de Delibes. Estos periódicos son claros, serios y contundentes de la cabecera a la contraportada. A ningún influencer se le ocurriría llamar a su digital El Correo, Sur o Las Provincias. Lo llamará GuayDiario, La Mancha Post, InfoYou o HurdesNews… Y qué quieren que les diga, suenan a fruslería, a bagatela, a baratija… Y no llegan en autobús.

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