El paseo de la Alameda, que debe su nombre a los álamos blancos plantados en 1644, no es solo un jardín histórico. Espejo del devenir barroco, ilustrado, romántico y racionalista de la capital es su escenario lúdico por excelencia, su 'promenade plantée' setecentista en la ... margen izquierda del antiguo lecho fluvial del río Turia.
El refinado'prado' valenciano, es un ejemplo de versatilidad funcional, cuya traza testimonia su agitado proceso de renovación física, ornamental y botánica -Cristóbal Sales, Joaquín Belda, Carlos Spain, Casimiro Meseguer...-. La historia de este singular salón-boulevard, en el que desde 1871 se celebra la Feria de Julio, está ampliamente documentada por la profesora Mª Teresa Santamaría.
La azarosa construcción del puente de Aragón, tras la inauguración en 1902 de la estación de igual nombre, determina la prolongación casticista (1932) de Javier Goerlich Lleó y la consolidación de un eje viario, premonitorio anuncio del posterior declive vegetal, arquitectónico, simbólico y paisajístico del paseo.
El vergonzante abandono público del paseo merece el reproche del Consell Valencià de Cultura
Convertido en una vía rápida para el tráfico rodado, en un gigantesco aparcamiento al aire libre, en marco de eventos multitudinarios -verbenas, carreras, festivales...-, la realidad hoy es la de un parque despoblado cuyo frondoso patrimonio vegetal -plataneros, eucaliptus, cedros, acacias, washingtonias...- ha desaparecido víctima de obras inadecuadas y talas indiscriminadas.
Su vergonzante abandono público merece el reproche del Consell Valencià de Cultura, que en 2010 insta a las autoridades autonómica y municipal a frenar la cadena de erráticas intervenciones procediendo a la restauración y revalorización del conjunto, mediante la redacción de un Proyecto integral y unitario.
Uno de los últimos despropósitos del consistorio es la realización, a pesar de la oposición vecinal, de un desafortunado Carril Bici que merma sensiblemente la seguridad vial de los transeúntes -paradas Bus- y cuyo aciago trazado perjudica la capacidad de respuesta sanitaria -emergencias 112- y de los vehículos de extinción de incendios.
No en vano, la controversia ha acompañado constantemente las propuesta de movilidad de la anterior corporación: afecciones a los espacios de socialización, convivencia entre peatones y ciclistas, peligrosidad (patinetes...), incremento de la siniestralidad, conflicto entre integracionistas (compartir calzadas limitando la velocidad de circulación) y segregacionistas (carrilbicistas)...
Aunque lo más grave es atentar contra los principios de accesibilidad universal, como sucede con el diseño de las paradas Bus que pervierten la seguridad y el confort del caminante y, muy especialmente, de aquellas personas vulnerables con diferencias funcionales: ancianos, niños, invidentes, usuarios de sillas de ruedas...
Resulta inconcebible que se lleve a cabo un Carril Bici en la calle lateral reduciendo la anchura del vial a apenas 3.20 m, a pesar de que la Ley de Ordenación del Territorio, Urbanismo (LOTUP) exige garantizar el paso de los vehículos de emergencia con «una anchura mínima libre de cualquier obstáculo de 5 metros».
Por si fuera poco, al no caber las plazas de aparcamiento dispuestas en perpendicular, para lograr la longitud prescrita de 5 m. se suprime el bordillo llevándolas hasta los mismos parterres vegetales.
Tanto la normativa europea, como estatal (Orden Ministerial VIV/561/2010) y autonómica (LOTUP) determinan inequívocamente las condiciones de diseño de itinerarios y áreas peatonales exigiendo que estén separadas del tránsito rodado por obvias razones de seguridad.
Por ello, las plataformas de parada Bus ejecutadas, al estar interrumpidas por el Carril Bici, obligan a que aparezca una señalización ex novo, creada por quien carece de competencia para ello, en la que aparece la señal de Stop y una placa con el pictograma de bicicleta, leyéndose STOP SI BUS EN PARADA.
El riesgo de que se produzca un atropello por parte de cualquier bicicleta, patinete u otro vehículo de dos ruedas -segway...- es innegable y constituye un peligro para la integridad física de los viandantes. Porque la desafortunada opción impuesta por el cabildo no solo no resuelve ningún problema, sino que genera otros.
Valencia no debería desoír las recomendaciones de la Carta de Florencia de 1981 adoptada por International Council of Monuments and Sites (ICOMOS), que para la salvaguarda de los Jardines Históricos exige preservar su composición arquitectónica. Es decir, la traza primitiva, las masas vegetales (especies, volúmenes, distancias, juegos de color...), los elementos constructivos, decorativos (fuentes -Doctor Moliner...-, bancos...), los sistemas hídricos...
No menos indecente resulta que el Paseo de la Alameda se incluya arbitrariamente en el ámbito del PEP Ciutat Vella para justificar el cómputo de zonas verdes exigido por la LOTUP, a fin de incrementar la edificabilidad lucrativa del centro.
Es urgente corregir la actual situación mediante un proyecto global que restituya los importantes valores históricos -estructura primigenia, pretiles, especies botánicas, materialidad...-, morfológicos -óvalo del Real, andén arbolado central, linealidad, escala...-, culturales -torres, estatuaria, mobiliario...- y paisajísticos (encuentros de los puentes de Calatrava y de las Flores) del Paseo.
La recuperación del mutilado «prado» original tendría que servir para remodelar como eje verde la fachada de la margen izquierda del viejo cauce, al menos desde el puente de Serranos hasta el del Mar.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.