Nassio: Artista y Chamán

La Exposición antológica constata que su evocador y poético imaginario es permanentemente especulativo haciendo de lo sagrado una experiencia con la que dar forma al misticismo, a lo transcendente, lo telúrico. El artista demuestra una enorme capacidad de síntesis entre las diferentes culturas y religiones, acercándose al cristianismo cósmico acuñado por el filósofo y ensayista Mircea Eliade.

La influencia del pensador rumano, para quien las manifestaciones de lo divino -hierofanías- constituyen la base de la religión, es constante en su obra. Para Nassio, a pesar de morar en una sociedad desacralizada, la vida está repleta de rituales y mitos que son naves galácticas de un «eterno retorno» a los orígenes, a lo espiritual.

Su itinerario vital es una búsqueda persistente de un arquetipo celeste, apostando por un modelo cosmogónico que recupere el tránsito del Caos a la Creación del Cosmos. Nassio se ve a sí mismo como un sacerdote, interprete, sherpa o médium entre lo secular y lo sideral, entre lo sensorial y lo simbólico.

Es un estudioso apasionado de los primeros libros de Eliade, 'El mito del eterno retorno' (1949), 'El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis' (1951)... cuya lectura le impulsa a publicar en 1967 su Manifiesto Cosmoista.

No falta en su declaración la cita platónica de que el cuerpo (perecedero) es la cárcel del alma (inmortal), explicando su exploración de los centros de energía inconmensurable del ser humano -chakras- buceando en el hinduismo. De ahí los abundantes discos o círculos en su pintura, tomados de la traducción sánscrita.

También de Eliade adopta la justificación del concepto histórico de las catástrofes cósmicas hebraicas, del sufrimiento (la ira de Dios, esclavitud, injusticias...), como necesario y merecido, en cuanto deuda kármica para borrar el pecado, sea de un modo cíclico en vidas anteriores (reencarnación) o lineal (resurrección).

Entre el mito y la deidad, las tinieblas y la salvación, la muerte y la eternidad, el paganismo y la fe, lo primitivo y lo moderno, lo cotidiano y lo fantástico, Nassio construye un nuevo Universo onírico entorno a lo extraterrestre, con el que trata de dar forma a las necesidades, las aspiraciones, los temores y las dudas de sus coetáneos.

Su exquisita paleta, abstracta y cromática, crea una sobrecogedora atmósfera astronómica que transciende el marco terrenal, explicando la compleja evolución del ser humano desde su génesis. Esa preocupación se populariza en 1968 con la película de Stanley Kubrick '2001: Una odisea en el espacio', cuya pieza inicial 'Amanecer', tomada del poema sinfónico de Richard Strauss 'Así habló Zaratustra' e inspirado en la obra homónima de Friedrich Nietzshe, adquiere una enorme notoriedad.

El nexo narrativo -los obeliscos, la puerta de las estrellas, las máquinas del tiempo, las supercomputadoras...- y los recursos gráficos entre el film y la pintura de Nassio resultan evidentes: una desconocida inteligencia superior perteneciente a otra civilización más avanzada dirige el relato sin tiempo de la especie.

También en la literatura -Erich von Däniken...-, defensora de sostener los contactos con los «antiguos astronautas» para explicar la mistérica realización de megaestructuras como las pirámides de Egipto o las monolíticas cabezas moái de los rapanui en la isla de Pascua, encuentra un fértil semillero de inspiración plástica.

En esa apasionante prospección por la Belleza, llena de obstáculos, de dudas decepciones y desafíos, su quehacer humanista se aventura en pos de la piedra filosofal, del Grial, de Shan-gri-Lá, de la Atlantida... buceando por el tamiz iconográfico y abstractizante, que inspira el erotismo, el misterio, lo grotesco, lo esotérico, la sensualidad... de sus personajes humanoides.

Muchas son las fuentes en las que Nassio puede saciar su sed por metabolizar la extraordinaria herencia con que el artista alimenta el imaginario estético en todas las culturas. Frente al invididualismo idealista y la evasiva concepción del «arte por el arte» del momento, se encuentra más cómodo con la alquimia del constructivismo.

Nassio siempre se sentirá atraído por ese enigma que, desde Platón hasta Wittgenstein o Foucault, preocupa al ser humano: la correspondencia entre las palabras y las cosas que éstas nombran. De nuevo el laberinto borgiano e Italo Calvino -'Las ciudades invisibles'- con sus fantásticas descripciones de ciudades y «el deseo, el cielo, la memoria, los intercambios» o «los signos».

Ese ansia insaciable por decodificar y aprender explica tanto su compromiso ético como su largo y fructífero periplo internacional -Italia, Estados Unidos...-tras el que se instalará definitivamente en Paterna. Allí su taller asemeja un exótico bazar de objetos, collages, detalles, filigranas... que testimonian su asombrosa capacidad para indagar en el oficio, ensayando con todo tipo de materiales: cartones, yesos, barros, maderas, piedras, metales... abriendo la imaginación hacia lo desconocido.

Porque, como dice Machado «Sólo el poeta puede mirar lo que está lejos dentro del alma...» y Nassio posee ese don mágico de la creación que le permite saltar al vacío, deambular con Leonardo, Mondrian y Picasso por el infinito y lograr que un simple hombre se transforme en un atlante cósmico, en un semidios.

*ARQUITECTO Y COMISARIO DE LA EXPOSICIÓN CON LA ESCULTORA AMPARO CARBONELL TATAY