En la mitología griega el rey de Chipre anhelaba una mujer virtuosa con la que casarse y no encontrándola, comenzó a esculpir hermosas estatuas femeninas, ... para compensar su soledad. Una resultaría tan bella que acabaría enamorándose de ella.
El poeta romano Ovidio recoge la historia en el libro décimo de su obra 'La Metamorfosis'. Cuenta como la diosa Afrodita conmovida por la pasión de Pigmalión hace que la efigie en marfil de Galatea, modelada por el monarca, cobre vida.
El arte, la literatura, el teatro, la música y el cine se hacen eco en innumerables ocasiones de ese relato del despertar sobrenatural. Al dramaturgo irlandés George Bernard Shaw se debe una versión impregnada de un delicado barniz de feminismo.
La democracia española es un ejemplo del éxito de esa mercadotecnia política
El italiano Carlo Collodi -'Storia di un Burattino (títere)'- escribe en 1881 una de las adaptaciones infantiles más leídas de todos los tiempos. El protagonista es Geppetto, un humilde ebanista deseoso de tener un hijo, que decide tallar una marioneta con aspecto humano al que llama Pinocho y que acaba convirtiéndose en un niño de verdad.
La influencia de la cultura alquímica provee variantes como 'Frankenstein o El moderno Prometeo', de la inglesa Mary Shelley. El film del género de terror gótico, glosado por el actor británico Boris Karloff en el papel de monstruo inocente creado por la ciencia, marca un punto de inflexión para un Hamlet renovado.
El efecto Pigmalión conocido también como efecto Rosenthal explica la influencia de las creencias, percepciones, expectativas y motivaciones sobre los demás, siendo de enorme utilidad en la sicología, el marketing político y la pedagogía.
En educación se da a conocer en 1964 gracias al experimento de Robert Rosenthal y Lenore Jacobson en una escuela californiana, comprobando la influencia del maestro en el rendimiento escolar de los colegiales menos dotados, al trabajar su autoestima.
La investigación es concluyente sobre los efectos positivos de dar confianza al alumno generándole expectativas de éxito, lo que le motiva a hacer realidad las esperanzas depositadas en él. Por el contrario, ignorar o menospreciar sus capacidades e intereses provoca efectos adversos induciéndolo al fracaso.
La teoría se populariza con 'My Fair Lady', adaptación cinematográfica del musical homónimo, que narra la extraordinaria transformación de una pobre chica analfabeta interpretada por la actriz Audrey Hepburn. Comparte cartel con Rex Harrison, un profesor de fonética, misógino, arrogante y convencido de que la oratoria determina el futuro social. El altivo tutor es el artífice de la metamorfosis de la joven en su musa, de la que se enamora como Pigmalión, tras haberla pulido con esmero.
La moraleja psicopedagógica es que el niño es como un molde de barro, en el que padres, educadores y compañeros, dejan una huella o una cicatriz. En suma, que en el aula, el aprecio y el elogio dan más rédito que el castigo o la corrección punitiva.
Ese conocimiento del comportamiento del ser humano y del significado de la autoestima, sirve de inspiración a nuevos conceptos sociológicos como la Ventana de Overton. Su desarrollo gesta una metodología conductiva para manipular la mentalidad de la sociedad. La técnica permite esculpir arquetipos y carismas, apelando a la moral, los sentimientos, las emociones y sobre todo a la desinformación y a la propaganda.
La democracia española es un ejemplo del éxito de esa mercadotecnia política. De ahí el auge de las teorías conspirativas, los razonamientos circulares, la caza de brujas y el permanente secuestro de la verdad por unos dirigentes obsesionados con ganar a cualquier precio e instalarse en el poder.
Hoy la hiperbólica vida pública nacional parece un carrusel cómico, repleto de performances y coups de théâtre, con la que sus impostados protagonistas tratan de fabricar un surrealista relato de héroes y villanos, de buenos y malos, a fin de afianzar su supremacía sin importarles el deterioro moral que concitan.
Parece obvio que el aparato de propaganda de la izquierda resulta bastante mejor que el de los conservadores. Prueba de ello es el diseño de la imagen de sus líderes y las marcas ideológicas de los partidos, más allá de lo que realmente son.
En el imaginario popular han conseguido afianzar la figura de Pedro Sánchez, como un caradura simpático, un granuja con «manual de resistencia» que recuerda al personaje del auténtico «tahúr del Mississippi» planeando la estafa del siglo, que encarna el actor Mel Gibson en la película Maverick.
Maverick designa a alguien que no sigue las reglas pero también es el nombre en clave para la CIA del jurista e intelectual granadino, Antonio García-Trevijano Forte. Opositor al régimen franquista desempeña una labor clave en la Transición, fundando la Junta democrática, cuyo delegado en Valencia es el catedrático Manuel Broseta.
No sucede lo mismo en la derecha, con frecuencia incapaz de responder desde sus trincheras mediáticas a las ráfagas de sus adversarios. El daño a la imagen del presidente de la Generalitat a raíz de la Dana es un claro ejemplo de la superioridad y eficiencia del aparato de comunicación gubernamental, capitalizando la rabia e imponiendo sin oposición sus mantras: «Mazón dimisión, Asesino, President a Picassent»...
En un contexto de desconfianza y apatía ciudadana, los dirigentes políticos tienen la obligación de dar la cara, de responsabilizarse de sus decisiones ofreciendo a la población la capacidad de razonar y criticar, si quieren recuperar su confianza.
Si sus mensajes no calan en la audiencia, deberían recordar las múltiples lecciones -trabajar con pasión, corregir los fallos, entrega...- de la alegoría de Pigmalión. Porque entre el docente y los estudiantes es imprescindible tanto la complicidad como conocerse y respetarse más allá de estereotipos. De ello depende tanto que el resultado sea la aceptación o el rechazo como la armonía de la comunidad.
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