La celebración, sea religiosa o profana, es desde la Antigüedad común a todas las civilizaciones, que hacen del ritual y la fiesta lúdica o espiritual, ... una manifestación alquímica tanto de un fecundo crisol de intercambio de conocimientos como de un multifacético encuentro generacional.
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Con frecuencia en las sociedades hedonistas sirven de pretexto para la práctica desenfrenada del goce placentero de los sentidos y de las pasiones humanas como la lujuria o la gula, los enemigos del alma que anticipa Aristóteles en su 'Ética a Nicómaco'.
El cristianismo las asimila como una forma de adoración a la divinidad o a los santos, jalonando con ellas el curso litúrgico que celebra con alegría el advenimiento del Mesías, el Salvador que hace que todos los hombres sean hijos de Dios.
La vida está llena de celebraciones, desde cumpleaños infantiles, aniversarios de bodas, logros personales, momentos íntimos... La sicología las recomienda para aumentar el bienestar, reduciendo la ansiedad y el estrés diario. Entiende que esa toma de conciencia incrementa la gratitud y valoración provocando emociones positivas.
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Ese contexto explica el auge en Occidente de una disciplina físico-mental como el yoga, término que proviene del sánscrito y significa 'unión'. Sus textos fundacionales -Yoga-sutra- se remontan al siglo III a.C., dando forma a una de las seis doctrinas ortodoxas del hinduismo y poniendo el foco en la meditación para alcanzar la liberación.
Los laberintos de la historia proveen numerosos ejemplos de cómo los pueblos homenajean a sus héroes: Alejandro, Carlomagno, Napoleón Bonaparte, Catalina de Rusia... Y también recuperan con el paso del tiempo a personajes injustamente tratados en su época sufriendo el desprecio de sus coetáneos: Sócrates, Galileo, Teresa de Jesús, Servet... e incluso muriendo asesinados como Abraham Lincoln o Gandhi.
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El día de la Comunidad Valenciana es el 9 de octubre conmemorando la entrada del rey de Aragón Jaime I en la capital, aunque los valencianos curiosamente celebran también la derrota el 25 de abril de 1707 en la batalla de Almansa, que supondría la pérdida de sus fueros, abolidos por los Decretos de Nueva Planta de Felipe V.
No todos los personajes ni todas las gestas gozaron del favor que merecían y este vigésimo quinto año del tercer milenio, según el calendario gregoriano, que la ONU dedica a la noble causa de la Conservación de los Glaciares, no es una excepción.
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De entrada se olvida que la adopción en 1582 por el Reino de España y de Indias como calendario civil del gregoriano, impulsado por científicos de la Universidad de Salamanca, supuso el fin del calendario juliano introducido por Julio César en el 46. a.C., poco antes de la conquista romana de Egipto, cuna del primer calendario solar.
2025 es para los católicos un año jubilar o santo, de renovación interior y conciliación, significado y acontecimiento que se remonta a la ley mosaica y al anuncio judío del Día del Perdón, de la Expiación o Yom Kippur.
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Muchos son los hechos, personalidades y motivos para recordar en 2025, principalmente en el ámbito audiovisual, que conmemora que la fotografía (Nicéphore Niépce) cumple doscientos años, el cine (París 1895, hermanos Lumière) ciento treinta y la televisión (Londres 1925, Logie Baird) su primer siglo.
Aunque si hay un hito clave en 2025, es el 150 aniversario del nacimiento del gran poeta sevillano Antonio Machado, alumno de la Institución Libre de Enseñanza, que marca su ideario intelectual, genuino representante de la generación del 98 y uno de los autores más destacados de la literatura española del siglo XX.
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No piensa así el gobierno que preside Pedro Sánchez, que apuesta por dedicar este año que comienza a festejar el cincuenta aniversario de la muerte el 20 de noviembre de 1975 de Francisco Franco, con más de un centenar de actos.
Es una decisión errática, encaminada a promover el rencor, la división y el odio, que empobrece a todos, especialmente a quienes votaron la Constitución de 1978 culminando la transición al vigente Estado social y democrático de derecho.
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Sorprende el ansia de revancha, la incapacidad para perdonar y pasar página en los máximos representantes políticos de unas generaciones que ni vivieron ni sufrieron los horrores de la guerra civil, creciendo en un régimen de libertades.
Hace ya tiempo que desde las trincheras mediáticas de los partidos se recurre al odio como herramienta electoral, olvidando la canción Libertad sin ira con la que el grupo musical Jarcha canta en 1976 a la reconciliación frente al espíritu de venganza, a los valores de la tolerancia frente a los de la intransigencia.
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Ya el padre del sicoanálisis Sigmund Freud advierte de la tendencia natural del hombre a la maldad, la crueldad y la destrucción. Y recientemente el filósofo José Antonio Marina insiste en los riesgos para la convivencia de la simplista polarización entre «ángeles y demonios» en su libro 'Biografía de la Inhumanidad'.
El sacerdote y activista colombiano Camilo Torres, pionero de la Teología de la Liberación, consciente del clima de descomposición de su país repetía una y otra vez: «Insistamos en lo que une y prescindamos de lo que nos separa», pues el camino contrario conduce al abismo y la aniquilación.
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Si la trágica dana ha servido para agitar las conciencias, los dirigentes del país deberían poner fin a los reproches, dejar de alimentar el rencor y apelar a la solidaridad, fomentar el sentido de pertenencia y propiciar la cohesión social.
Las efemérides deben concebirse didácticamente en positivo, generar lugares de reflexión, de encuentro y también hacer justicia 'post mortem' recuperando aquellas vidas ejemplares anónimas de la literatura, la ciencia, el arte, la música, el deporte... para las nuevas generaciones.
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