En el desarrollo de un conflicto bélico, hay algunas veces que se cumplen algunas reglas de las convenciones internacionales y otras, sobre todo actualmente, que ... no, que nada ocurre como se podría prever. Hay que huir del buenismo, descartar por desgracia intenciones nobles y ajustadas a derecho a la hora de valorar y considerar los recursos que utilizan cada uno de los bandos cuando se juegan la vida de sus familias, sus casas, su territorio frente a unos invasores que tampoco quieren sufrir demasiadas bajas y gastar demasiados recursos. En el caso de los invasores que quieren adueñarse del territorio que pretenden ocupar, en teoría, deberían preservar en lo posible todas aquellas infraestructuras de todo tipo porque el objetivo posterior tras la contienda es aprovecharlas en su propio beneficio. No parece que cierta lógica sea la que está imperando en las decisiones bélicas de los responsables rusos. Se opta por la fuerza más bruta con el fin de dar respuesta a una coyuntura que no les favorece en el campo de batalla o por ejercer una presión más internacional que pueda resultar más beneficiosa.

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Putin ha decidido que las instalaciones del puerto de Odesa donde se almacenan millones de toneladas de grano, cereales y otros productos agrícolas para su exportación a todo el mundo sean objetivo de sus misiles. Varias noches consecutivas con ataques contra diversos silos e instalaciones del puerto sin que la defensa antiaérea ucraniana sea capaz de evitar todos los impactos. Tampoco se ha podido neutralizar el misil que ha impactado en una iglesia ortodoxa y en otros edificios con población civil. Asesinar a civiles se ha convertido en algo habitual en la estrategia rusa, pero lo de atacar iglesias y destruir instalaciones que serían de gran utilidad si logran conquistar el territorio ambicionado en Ucrania solo se explica por la necesidad de atajar un movimiento amenazante a sus intereses como puede ser la contraofensiva ucraniana. Seguro que habrá razones más concienzudas.

Podemos pensar que Putin echa mano de lo que puede tras el bochornoso escándalo con el grupo de mercenarios Wagner, a quienes pueden echar mucho de menos para intentar contener la contraofensiva ucraniana. Estamos en uno de esos momentos clave de un conflicto donde las decisiones resultan cruciales en el desenlace de los acontecimientos que en este caso pueden derivar en una negociación, algo que el presidente Zelenski no descarta, pero con una condición demasiado complicada, que sea sin Putin. El caso es que no solo Ucrania necesita exportar su grano, sus cereales, el mundo entero lo necesita para evitar una crisis alimentaria. Las negociaciones continúan con un papel destacado para Turquía.

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