Seguro que el bochornoso e inadmisible espectáculo que brindaron al mundo el presidente y el vicepresidente de los Estados Unidos para humillar al presidente de ... Ucrania no va a ser el último. Pero sí, debe recibir el desprecio y el rechazo más absoluto porque la actitud de matones de taberna del oeste americano es absolutamente condenable e inaceptable desde cualquier punto de vista.
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Los encuentros en el despacho Oval de la Casa Blanca entre los presidentes norteamericanos y sus invitados han respetado siempre una mínima cortesía acorde con la buena educación y la más estricta hospitalidad que merece cualquier visitante sea cual sea su posición política y social. Y sino, nunca debe permitirse que acceda a un lugar tan emblemático como el centro de decisión y de poder más relevante del mundo. Al menos, hasta este momento en el que Donald Trump y J.D. Vance decidieron emboscar por la espalda, en presencia de todos los medios de comunicación y transmitido en directo, a un Volodimir Zelensky que puede responder a una mejor o peor percepción de su gestión al frente de un país invadido por una gran potencia militar con armas nucleares como es Rusia, pero que ha demostrado un enorme coraje y determinación para dar la cara por su pueblo.
El problema para los matones de la clase es que el desvalido pedigüeño les ha plantado cara y les ha puesto más que en evidencia, y en muchas ocasiones en ridículo. Trump se piensa que puede atacar, insultar, descalificar, abochornar a cualquiera. Aplica lo que se llama la estrategia de la estupefacción, utilizada mayormente en el ámbito empresarial y en negociaciones bilaterales que consiste en lanzar propuestas extremas y disruptivas para descolocar al contrario y conseguir los objetivos más favorables. En el marco geopolítico, esa estupefacción resulta altamente peligrosa con resultados disparatados y contraproducentes porque ha sido Zelensky quien ha salido más airoso en su reputación y en la dignidad y orgullo del pueblo ucraniano. En lugar de hacer un par de comentarios, darse la mano y a continuación, sin medios de comunicación y otros testigos, mantener la reunión con la discreción exigida para estos casos, la opción de Trump y Vance ha sido la peor posible porque han demostrado su único concepto de la política como negocio, puro y duro, sin tener en cuenta toda una serie de principios y valores fundamentales que rigen las relaciones trasatlánticas entre las democracias que forman la OTAN. Los abusones han traspasado una vez más con insultos la línea roja del estricto respeto institucional a los que han sido presidentes de los Estados Unidos. El negocio de Ucrania no es tan banal.
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