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GANESH PARTHEEBAN
Un Concilio para las Fallas

Un Concilio para las Fallas

La convocatoria de una 'conferencia de Yalta' fallera para debatir sobre los excesos y defectos de las 'parafallas' y la transmutación de las propias Fallas resulta ineludible

Jueves, 27 de marzo 2025, 23:54

La fiesta de las Fallas, tal y como se concibe hoy, en su indomable amplitud, me temo que está pidiendo a gritos un Concilio, una especie de Vaticano II, una Conferencia refundacional. Un Congreso para amoldar las Fallas en sí y la 'parafiesta' que las circunda a la metamorfosis del tiempo y a su relación con el mundo, ya más ambiental y sereno. Todas las celebraciones grandiosas, en cuanto se descuidan, se abandonan a sus venerables glorias y suelen desentenderse de la evolución de su entorno, aunque éste les sea hostil y vaya gangrenando su alma. En sus 175 años de vida -desde que se conoció el primer 'llibret': una falla sin 'llibret' no es una falla-, es decir, el otro día en la magnitud temporal del cosmos, no ha habido tal aceleración del tiempo como en la actualidad, y las Fallas, como todo organismo vivo, han de adaptarse al medio para no perecer o bien para no devenir en otra cosa, que ya no serán las Fallas. ¿Qué sabemos si dentro de 175 años el mundo habrá modificado sus valores, como viene siendo inevitable, y las fallas físicas, esos monumentos que conocemos, en lugar de ser objeto de admiración, se habrán esfumado por alguna esquina del tiempo, o quizás se hayan transformado en un mero 'show' franquiciado y tontorrón, presionadas por la 'parafiesta' que las rodea y las las intimida? ¿O es que en 1820, ya derrotado el invasor francés, se levantaban fallas (con 'llibret')? La falla existe para revelar el ciclo de la vida: todo lo que nace, muere. De ahí la necesidad de un Concilio. Para que las Fallas persistan como Fallas en su inmensidad y no acaben en una versión abyecta de las propias Fallas.

Hay que discutir, por tanto, muchos elementos dispersos, añadidos y extraños al ser, y al no ser, de las Fallas. Por ejemplo, ese peligroso universo que las circunvala, los múltiples apéndices que amenazan su naturaleza y que están a punto de propiciar la catástrofe: verdaderos 'aliens' pegados a las Fallas que convierten Valencia en una ciudad sin ley y que, por eso mismo, generan un corte cada vez más profundo entre el ámbito orgánico de las Fallas y el vecindario común. La convocatoria de una 'conferencia de Yalta' fallera, digámoslo así, entre los distintos actores de la ciudad, nacida para debatir sobre los excesos y defectos de las 'parafallas' y sobre la transmutación de las propias fallas resulta ineludible. La cantidad enorme de humo negro que se envía a la atmósfera tras la 'cremá', los cohetes/bomba disparados por doquier y a cualquier hora que afectan a la seguridad ciudadana, el gamberrismo foráneo de la pólvora que viaja expresamente a Valencia vía internet, la dilatación temporal de las numerosas carpas callejeras y de las innumerables churrerías, el infinito calendario de las mascletás y la cada vez más diabólica concentración humana, los efectos sobre el deterioro del mobiliario urbano, la imposibilidad de competir por la gloria de algunos monumentos dado el desequilibrio presupuestario y el consecuente análisis para enfatizar las virtudes artísticas en igualdad de condiciones, etcétera. Como señalaba una publicidad de unas papas nacidas en 1931, creo que las Vidal, ese mismo año la semana fallera duraba dos días, el 18 era la plantá y el 19 la cremá, y las papas ya sabían a papas. Hoy, desde el primer cohete hasta el último transcurre un mes. El salto es atronador. Y hasta 'cuántico'.

Un Concilio, pues, para repensar la fiesta, y sobre todo, la 'parafiesta'. Ese debate, necesario para neutralizar el fragor ajeno que desvirtúa el corazón de las Fallas y que rasga la convivencia ciudadana, lo debió encarar la izquierda durante su reinado, o así se esperaba. Prefirió adherirse, en cambio, a la inercia de las cosas, quizás para redimirse de su pecado original 'anti' y no inquietar, de paso, a los posibles votantes. No acometió el debate la izquierda, temerosa del desafío, y ahora lo habrá de enfrentar la alcaldesa Catalá y su equipo, puesto que se avizora con inquietud la desproporción entre la magnitud de las fugas del orden y el desbordamiento de las actitudes incívicas 'justificadas' por la fiesta y los métodos al uso empleados para restaurar la coexistencia armoniosa. La posible eliminación de las enormes cargas de pólvora anunciada por la alcaldesa es la primera señal de una readaptación sustancial para auxiliar a las fallas de uno de sus principales acosos. El día de la 'cremá', ya arrancada la madrugada, los cohetes/bomba se lanzaban al interior del garaje de la plaza de San Agustin y hordas cargadas con bolsas de pólvora convertían los alrededores en un campo de batalla infernal. Cerca de la biblioteca del antiguo hospital, la violencia de las explosiones hacía pensar en la liquidación definitiva no solo de las normas o las almas indolentes que pasaban por allí sino de las hermosas columnas que dispuso Vázquez Consuegra para rematar el jardín.

Como señalaba una publicidad de unas papas nacidas en 1931, la semana fallera duraba dos díasEse debate sobre las Fallas lo debió encarar la izquierda durante su reinado, o así se esperaba

Dicho de otra manera, las Fallas de los últimos años parecen concentrar -además de a los gamberros- a todas las potencias de la entropía universal, ese principio de la termodinámica que explica el fin del universo desde el caos. La fuerza del exceso lleva a la destrucción, y en este caso quizás también a la destrucción de toda lógica conocida. De modo que solo nos falta por ver que los 'ninots', que nacen de la nada y parten hacia la nada, opten por la rebelión, dado el evidente fracaso humano, y en lugar de aceptar su plenitud expirando entre las llamas, hayan decidido saltar a tierra y correr por las calles hartos de los intensos humos de las churrerías que los cercan -y las barbacoas que asan longanizas, morcillas y chuletas a todas horas impregnando kilómetros a la redonda-, indispuestos con tanta hostilidad contemporánea, preocupados por las aglomeraciones y lipotimias y cohetes/bomba y enojados definitivamente con los materiales derivados del petróleo que los han de inmortalizar -ellos, surgidos de la madera y el cartón virginal-. Antes de que el motín de los 'ninots' asombre al mundo y zanje cualquier posibilidad de recuperar una cierta cordura vencida por los acontecimientos, sería conveniente, ya digo, convocar un Congreso para debatir el presente y el futuro de las Fallas y las 'parafallas' -el que debió convocar la izquierda- y reinstaurar una Razón urbana un tanto debilucha.

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