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DIDIER WEEMAELS
La financiación de la farsa
Análisis

La financiación de la farsa

Ni atándose a la Cibeles todos los presidentes juntos y amenazando con inmolarse -porque alguna responsabilidad tendrán- resolverían la indolencia mesetaria

Jueves, 18 de julio 2024, 00:05

La infrafinanciación es algo así como nuestro pecado original. Y todo pecado original es eterno, desolador, y al mismo tiempo chistoso y bobo. Para apartarnos del mal y resolver la eterna privación, sólo se exige organizar una mera geometría del equilibrio, cosa que al parecer nos está vedada por las élites políticas de Madrid, de un partido o de otro. Así que andamos lustros y más lustros, en esta porción del Mediterráneo -una California con más turistas que tecnología, ¡ay!, aunque seguro que las baterías de Sagunto pronto resolverán la desigualdad-, portando en nuestras sufridas alforjas de la tortura la dolorosa carga impuesta por los dioses de Madrid. ¿Cuándo cometeríamos el acto, ingenuo y feliz, de comernos la manzana prohibida -millones de manzanas, en este caso, una por habitante- para recibir la tremenda condena consistente en convertirnos en los últimos del pelotón en el reparto de la pasta que distribuyen los mandamases de los partidos de Madrid? ¿Comenzaría el desdén con Germana de Foix? ¿Con la contrarreforma del patriarca Ribera? ¿Más tarde? ¿Con la batalla entre Felipe de Anjou y Carlos de Austria? ¿Más tarde? ¿Con Lerroux y Blasco? ¿Más tarde? ¿Después de Lerma? ¿Antes de Lerma? El caso es que da más o menos igual. Endeudados hasta las cejas e infrafinanciados hasta la glándula pituitaria, continuamos los valencianos caminando por nuestros valles antropológicos naturales: los del victimismo nativo, que ya tiene marca propia y estamos a punto de exportar, el eslabón soso que paraliza cualquier pasaje subversivo. En el victimismo nos encontramos seguros, con esa confianza identitaria que da el ser propietarios de un 'hortet'. Y un 'hortet' aquí es una Patria. Se equivocaban quienes proclamaron aquello de un «pais sense política». La había, y tanto. Pero de otra naturaleza. Anónima, delegada, callada, interesada, buena y barata para las clases extractivas de la época, con un pie en Madrid y otro en la calle Avellanas.

La verdad es que, a estas alturas, y después de tanto tiempo solicitando justicia, el tema de la infrafinanciación da ya un poco de risa. Se dice que el bien es un instante, un relámpago, y que el mal se prolonga indefinidamente. No ha habido 'president' que lo haya resuelto: que haya resuelto la peripecia financiera. Ni 'president' ni partido político valenciano o con franquicia. Unos 'presidents' se han llenado la boca con el asunto, otros han protagonizado una cierta batalla política -sobre todo si el partido contrario mandaba en España o si no tenían más remedio, sacudidos por el clima político- y algunos han transitado como entes etéreos y humeantes por nuestra tragedia dineraria contemporánea. Ha habido president que ha plantado manifestaciones en Madrid, y se han llevado a algunos empresarios, que siempre quedan bien en la foto. Nada. Como si se hubieran llevado a la Santísima Trinidad entera. El fracaso latía antes de empezar. Ni atándose a la Cibeles todos los presidentes juntos -Lerma, Zaplana, Olivas, Camps, Fabra, Puig, Mazón, por orden de antigüedad en el Palau- y amenazando con inmolarse -porque alguna responsabilidad tendrán también- resolverían la indolencia mesetaria. Y ahora que lo digo, tal vez no estaría tan mal. La imagen de los presidentes encadenados viajaría por la CNN -y por Al Jazeera, no olvidemos el orden árabe- y podría convertirse en el símbolo definitivo y heróico de nuestra inagotable postración. Un pueblo sin destino financiero en medio de un horizonte destinado a una financiación injusta. La Generalitat debe lo que no se le permitiría deber a una familia. A la familia la encerrarían en Picassent. Aparte de que las deudas, en términos generales, no es que sean un ejemplo moral. De Lerma a Mazón, ya digo, una sentada alrededor de la Cibeles, a agua y pan, sin moverse de allí (sólo para las faenas propias de la biología) hasta que en Madrid se despierten y nos concedan lo que es íntegro, recto y neutral. Pues ya adelanto yo que ni por esas. Ni con una editorial favorable en el New York Times. Si los dioses instalados en Madrid son inmunes a la reivindicación insistente, ¿cómo no lo van a ser a la agonía, al sacrificio voluntario, a la búsqueda de la eliminación existencial por una gran causa?. (Dejemos ahora de lado las grandes causas, que lo universal siempre empieza por lo local. Hay que aplaudir a Vox y al concejal y catedrático Juanma Badenas por sus esfuerzos para salvar el Ficus de la plaza de España de Valencia tras los ataques del arboricida, que es como el primer asesino en serie conocido del mundo vegetal urbano. La oposición no ha aplaudido esos esfuerzos, claro. Cómo iba a aplaudir si la primera concejal del Rialto, de Compromís, no recuerdo cómo le llamaban, se quería cargar unos tres mil árboles sólo porque ensuciaban -estarían, además, enfermos, la mayoría, por eso ensuciaban- desde un nivel ecologista de muy difícil deglución, y menos mal que Ribó detuvo el arboricidio a tiempo). En fin, a lo nuestro. Es cierto que a determinados 'presidents' la cuestión de la infrafinanciación les ha inspirado auténticas pillerías (perdonables, dado que nos movemos en el universo de las intrigas políticas): retóricas grandilocuentes que ocultaban gestiones deficientes o disfrazaban contextos políticos negativos, elaboración de parábolas muy conseguidas, señuelos dedicados a la prensa, embestidas contra los adversarios. De todo ha habido. De todo, menos euros. Compensaciones, sí, a veces para regalarnos silencio. (Venían vía FLA tras discutir nuestros consellers en el Consejo de política fiscal y financiera. Cuando conseguían algo los consellers regresaban de Madrid hechos una sonrisa profidén. Ahora supongo que le tocará el papel a Ruth Merino, a quien le leí, por cierto, que en la II República hubo mucha violencia. Toma. Y en la Primera, y en el Sexenio Democrático y en todo el XIX. ¿O el general Prim murió en la cama?). Con la financiación han surgido grandes especialistas. Es lo natural cuando un problema o enigma se sucede en el tiempo. Para descubrir los misterios de los océanos surgieron los oceanógrafos. Para entender el mundo de la materia mínima brotaron los físicos cuánticos. Hasta para entender el acorde Tristán de Wagner existen imaginativos expertos interpretando la armónica cuestión. ¿Cómo no iban a florecer especialistas en la financiación? Son especialistas colgados de una frustración, claro. Jose Antonio Perez García y Francisco Perez García, y Rafael Alemany, y el asturiano, o cántabro, Rafael Lafuente. Después de estos y de Eusebio Monzó quizás el que mas sabe sobre la materia es Juanjo García, que ha dedicado cientos de páginas a la desventura. El IVIE se dedica en cuerpo y alma al asunto, existen estudios colosales, trabajos homéricos, múltiples reuniones, presentaciones de informes a las autoridades, comisiones de expertos oficiales y extraoficiales. Sólo falta una cátedra, si es que no la hay. ¿Y para qué? Hagan un examen de conciencia los presidentes, consellers, especialistas y reconozcan que su sudor sólo ha llevado al naufragio. Al naufragio y al cansancio histórico, que es lo peor. (La alcaldesa de Valencia dijo el otro día que si la Semana del Clima sucediera «en Barcelona o Bilbao el presidente del Gobierno hubiera ido corriendo para asistir a los actos institucionales». Quizás ahí, dicho en pocas palabras, resida la síntesis del menú, aunque no se trate del actual presidente, sino también del anterior, y del anterior, y del anterior del anterior. ¿O habrá que recordar los agravios del 92, y del AVE, y de la vía autonómica del 143 y del 151? ¿Y el Corredor Mediterráneo? Ay, el Corredor Mediterráneo....).

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