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RAPHAEL SCHALLER

Política para ti y contra ti

A Puig le gustaba lanzar frases de Steiner. Ahora Mazón nos cita a Machado/Fuster, lo cual no está nada mal, porque no iba a invocar a Vizcaíno Casas o a Stanley Payne

Sábado, 10 de febrero 2024, 23:39

Desde que el presidente Mazón cita a Fuster sin citarlo -«toda política que no hagamos nosotros se hará contra nosotros»- y la alcaldesa Catalá monta una policía anti-botellón, esta CV no parece la misma. (Hay que añadir enseguida que la oposición se ha volatilizado en seis meses, aturdida tras la pérdida electoral y a la espera de reiniciarse, de modo que el presidente Mazón puede dedicarse a leer la prensa, a materializar los ejes de poder y a inventar proyectos, entre ellos el que tiene entre manos, muy elogiable, que es el de eliminar la burocracia, ese viejo monstruo extemporáneo que aún atemoriza a los ciudadanos). La CV, ya digo, no parece la misma, aunque debamos matizar la cosa, claro. La sentencia de Fuster la escribió antes Machado -«si no hacéis política alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros»-, lo cual que Fuster resulta que escribía un ensayo sobre el plagio mientras él mismo experimentaba el mismo placer plagiador. Algo así como el científico que inventa una pócima y se la introduce en su propio cuerpo para ver qué tal. Y cabe otro matiz (aunque un artículo de opinión no está para matizar nada, sino justo lo contrario): tampoco será la totalidad de la CV, como acabo de escribir, porque uno desconoce qué pasa por los alrededores de Alicante. Sabemos que el sur existe pero siempre y cuando difunda noticias -cualquier atisbo de existencia parte de una noticia-, y las que produce Alicante llegan a la capital del Reino debilitadas, ya sin mucho aliento. Como si vinieran andando. Eso habrá que arreglarlo. (La conselleria tecnológica que instaló el expresidente Puig en la ciudad de Gabriel Miró para nivelar la balanza de la vertebración fue como un deseo/culpa psicoanalítico, el que busca un objeto permanentemente perdido o un paraíso inexistente). Aún hay que ponerle otro cascabel al mismo gato. Resulta que el presidente Mazón, ahora que recuerdo, empleó en el familiar discurso de fin año la clasificación provincial de valencianos, castellonenses y alicantinos, lo que desliza un síntoma preocupante: o nos llamamos valencianos o alicantinos o castellonenses, a mi me da igual, pero nunca las tres cosas a la vez, pues la fortaleza habita en la unidad (la fortaleza que nos falta) y no hay que darle facilidades al adversario, que siempre te quiere dividido y maltrecho. Al fin y al cabo, la política es un juego entre contrarios.

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A Ximo Puig le gustaba lanzar frases de Steiner, y de tantos otros, a los vientos autonómicos, era un poco el presidente-lectura, y Ribó idealizaba el silencio franciscano, como muy minimalista y al detalle, sin excesivas monsergas. Ahora Mazón, ya desde el Palau, nos cita a Machado/Fuster, lo cual no está nada mal, porque no iba a invocar a Vizcaíno Casas o a Stanley Payne, con todos los respetos, que ambos invitarían a hacer otra clase de política, digamos que menos participativa. En la Casa Gran, la alcaldesa Catalá se ha puesto en plan 'verde' total -por lo de la Capitalidad, por convicción y porque lo verde penetra en las conciencias- y quiere arrebatarle ese cetro a Compromís, que lo tenía como si fuera suyo y no lo cedía a nadie ni mediante amenazas. Catalá alude a científicos y a ecólogos de mucha altura y sobre todo facilita marcos referenciales a los periodistas, lo que se agradece, pero a mi lo que me interesa aquí y ahora es que ha instaurado una unidad de policía contra la discordia callejera, contra el incivismo y el botellón, porque para ser respetuosos con el medio ambiente y la sostenibilidad primero hay que ser cívicos y educados y no andar echando los chicles por ahí, ni los papeles, ni haciendo pintadas en los monumentos, ni cortando ramas de los árboles, ni provocando ruido, ni dentro de casa ni en la calle. Así que uno solo puede aplaudir el gesto de la alcaldesa puesto que no hay manera de elevar nuestro grado de respeto por el prójimo a base de pedagogía y de diálogo, como ya se ha demostrado. Todos los intentos afables han fracasado por su candidez. Unos pueblos obtienen el grado de deferencia y de miramiento colectivo por sí mismos y a otros hay que ayudarles a alcanzar la urbanidad y la cortesía mediante medidas coercitivas. Nosotros hemos de estar entre los últimos en la taxonomía internacional del respeto hacia el vecino de al lado. Ya es hora de que Valencia madure y deje de ser una quinceañera de por vida, fiesta por aquí, fiesta por allá, que tanta fiesta daña la productividad. El vecindario es ruidoso en el interior de los edificios, es ruidoso en el bus y es ruidoso en la calle. Solo los guardias y las ordenanzas pueden detener ese círculo demoníaco y antiecológico. Una sociedad es culta y moderna si puede dormir, o sea, si la dejan dormir. Ese es uno de los indicadores del grado de evolución social y no ciertas tonterías enumeran los sociólogos. Grezzi lo intentó, pero es difícil cambiar los hábitos fellinianos a base de recomendaciones y sugerencias: nos quiso tolerantes, respetuosos con el medio ambiente, dueños de nuestros destinos y de nuestras bicicletas, y todo por nuestra salud y el equilibrio de nuestras neuronas. Pero se olvidó de institucionalizar el combate contra el ruido, que es lo más perjudicial para el medio ambiente humano. (Nadie es perfecto, y la imperfección también tiene derecho a la vida). Y quizás también se olvidó el anterior gobierno del Rialto de embellecer la Valencia doméstica prohibiendo los aparatos de aire acondicionado y otros cacharros que cuelgan de los edificios históricos. (Quizás haga falta aquí otra unidad específica de policía, para hermosear Valencia, pero eso es otra cuestión). En todo caso, no es lo mismo prohibir el gamberrismo o vetar los artilugios que afean los edificios que prohibir aspectos relativos a la moral, que es la línea que cruza la izquierda no se sabe muy bien en nombre de qué. Quizás piense que los valores son estáticos y no cambian a lo largo de la historia o quizás cultive un adanismo ingenuo, impregnado de certezas absolutas. No sé. En cualquier caso, para que el vecindario aumente su interés por el bien común y por el prójimo y abandone sus instintos selváticos hay que confiarse a los guardias, último recurso para estimular la Razón Ciudadana, como acaba de hacer la alcaldesa Catalá. (Ah, y si el presidente Mazón continúa con las citas de Fuster sin citar a Fuster -es decir, citando a Machado- habrá que elogiar su instinto para dar en la diana ontológica de la tribu, pues el pueblo natal del escritor, Sueca, es la verdadera cuna de la valenciania -o del valencianismo, a cada cuál según sus necesidades-, y no Valencia, como demuestra la siguiente nómina de ilustres contribuyentes a la forja patriótica. En la «ciudad arrocera de España», además de Fuster -«Nosaltres»-, nació el maestro Serrano -autor del Himno de la CV-, nació Bernat i Baldoví -inventor del «llibret» de falla- y nació Puchades, no nos olvidemos de Puchades como sumo sacerdote de una cultura popular valencianista hecha carne y memoria a través del Valencia CF, verdadero medium espiritual de una infancia eternamente recobrada. Descendemos de esos cuatro padres y de alguno más. Seguro que Rafa Lahuerta estará de acuerdo, y el núcleo duro de la editorial Drassana también).

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