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Salvad al PSPV
Análisis

Salvad al PSPV

Mientras los dirigentes medios y potenciales líderes se entretienen jugando al juego de siempre, el partido que pastorean está en vías de desaparición, digámoslo sin aplicar pomadas

Viernes, 1 de diciembre 2023, 00:55

El PSPV no solo se enfrenta a un problema interno. Ése se da por descontado. Hasta los escolares de EGB lo reconocen e identifican. Es el habitual. Las distintas familias -o sensibilidades!- formadas o reagrupadas en los últimos años afilan las lanzas en un ejercicio rutinario, se diría que fisiológico: instintivo. Coser y cantar. Lo hacen como a finales de los años setenta, como en los ochenta (incluso con las mayorías electorales en el Consell), como a mediados de los noventa... Como siempre. Con mayor o menor intensidad, con mayor o menor fortuna, con más o menos acierto dependiendo de la coyuntura. Una rutina. Perdido el poder, ya solo queda regresar al marco referencial eterno: el de las reorganizaciones 'familiares', el de la agitación de lo que hace años se denominaban los «señores de la guerra». Ximo Puig está, pero ya ha dejado de estar para las mentes de los corifeos.

Y, sin embargo, mientras los dirigentes medios y potenciales líderes se entretienen jugando al juego de siempre, el partido que pastorean -el PSPV- está en vías de desaparición, digámoslo sin aplicar pomadas. Obcecados en la tradición de engrasar la maquinaria del poder, soslayan lo verdaderamente importante: las estructuras que pisan ya no son las mismas y el edificio que conocen tal vez sea, a la vuelta de la esquina, un espectro. Lo he dicho ya: está en juego la 'supervivencia' del PSPV frente al PSOE. Ni más ni menos. Y lo está porque la lógica de las hegemonías se ha transformado en los últimos años. El proceso comenzó a mascarse cuando Pedro Sanchez apeló a la militancia como única fuente de poder. Esa fue la clave que cambió el paradigma. Los cuadros medios representativos quedaron huecos, meras imágenes formales. Las federaciones se rindieron de facto al albur del todopoderoso secretario general. El poder se hizo vertical, a la manera del PP, y se volatilizaron los contrapesos. A partir de ahí, es obvio que si se desvanece en gran medida la representación local, comarcal y autonómica entonces el poder se hace más arbitrario: brillan las complicidades personales, emergen las afinidades caprichosas o se extienden las animadversiones o animosidades. Aumenta la esfera de la autocracia en detrimento de los equilibrios que, nos gusten o no, otorga la democracia representativa. Una de las víctimas de la metamorfosis de ese modelo -de la aparición del nuevo modelo- ha sido Ximo Puig. La disminución de los contrapesos o contrapoderes, identificados con la gradación de los cargos elegidos en las federaciones, ha marcado el acceso -el no acceso- del de Morella a un ministerio. Y quien dice Puig dice cualquier otro dirigente de la federación valenciana, al margen de la ministra Diana Morant, que ya desalojaba su propio peso en el anterior gobierno. (Puig desprendía el mejor perfil para una legislatura conflictiva en la que hay que encajar el problema catalán: conoce el problema de los del norte de primera mano y conoce a sus cabezas visibles, ha sido uno de los pocos líderes socialistas que ha defendido el federalismo para superar el problema español, habla como hablan en Morella, es de la periferia y de una comunidad que toca Cataluña. En fin, no solo Sánchez ha elegido para una cartera de esa sensibilidad a un canario, sino que ha elevado a dos ex perdedores, Armengol y Espadas).

La posición del PSOE es paradójica. Con una mano descentraliza el Estado, o lo pretende. Con la otra recentraliza el partido, que ya no bascula, como digo, en esa cierta horizontalidad de las federaciones, que marcaba su tradicional estabilidad. En ese nuevo ecosistema, mientras tanto, el PSPV se va a desangrar en unas luchas que comenzaran dentro de nada, si no han comenzado ya. La estrategia de contención de Puig, tras la derrota, para evitar una rápida fragmentación, no es sino un imaginario. Es imposible ir contra las fuerzas de la naturaleza cuando se desencadena un drama inevitable. Ni contra esas magnitudes se puede armomizar una solución consensuada. Se pacta desde la fortaleza, no desde la debilidad. No hace falta repasar a Hobbes o a Maquiavelo («reprime fuerte, de una vez, sin temor, para evitar en el futuro represiones más pequeñas») para verificar lo que digo. Ah, y se lega una herencia cuando se detenta el poder, no después (si hacemos caso a La historia de las ideas políticas de Touchard, en el apartado dedicado a Hobbes). Ya no estamos al principio del proceso de la sucesión, tampoco al final, pero sí en el intermedio. Y por tanto aún se está a tiempo de corregir o ajustar objetivos y de dirigir las aspiraciones hacia destinos más eficaces. Porque el problema del PSPV proviene del exterior, como digo, aunque aquí exterior e interior sean espacios muy relativos, como en el mundo subatómico. Quiero decir que está en Madrid, en el mismo PSOE. Y habrá de desplegar mucha energía y bastante muestras de cohesión el PSPV para no verse subsumido o relegado por el aparato del PSOE tras la ruptura de los esquemas orgánicos históricos. Esa 'salvación', si se llega a tiempo, es evidente que no pasa por las disputas en torno a un corral sino por los consensos y las ideas comunes. Pasa por levantar un cortafuegos, si se me permite la expresión. Los Soler o Bielsa o Bernabé o España o Gómez o... Qué más da. Los dirigentes que se postulan, o amagan con postularse, o andan ocultos -que los hay- o levantan expectativas inciertas o corren a Madrid a ungirse bajo el palio sagrado estarán deslegitimados de entrada si el PSPV mengua su autoridad hasta la zozobra o el desaire. Eso es lo que se está jugando. Al igual que la CV apenas cuenta en España porque sus conflictos identitarios y las rutinas ideológicas rompen las bases de su posible cohesión, el PSPV naufragará en el nuevo modelo socialista, en el que se desploman los contrapesos, si no se impone, y nadie se impone desde la fragilidad. La fragilidad que aportarán las batallas que arrancarán dentro de nada como si estuvieran programadas por un reloj biológico y selvático. Como siempre.

Con una mano, el PSOE descentraliza el Estado, o lo pretende. Con la otra, recentraliza el partidoEstá en juego la 'supervivencia' del PSPV frente al PSOE. Ni más ni menos

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