El presidente Mazón abandona la estabilidad para convertirse en dueño de sí mismo, y lo digo sin caer en la cómoda instrumentalización de considerar equiparable la relación entre lo particular o singular y lo público o plural. La dimensión no es privada aquí, sino política. Puede abanderar la cruzada de la recuperación de lenguajes, imaginarios, proyectos y personas alternativos a esa cierta obsolescencia de la razón que había implantado Vox o puede instalarse en un conformismo de diseño, falseador de las necesidades de una ciudadanía en tiempo de espera. Vox le ha brindado la apuesta en bandeja de plata. Mazón se ha mudado al centro del universo aunque haya perdido esa línea de flotación constante que otorgan las alianzas mayoritarias. No sólo tiene oposición por la izquierda, que es lo tradicional, sino que ahora también la tiene por la derecha, que es lo inédito. Si el objetivo de Mazón era encontrarse con El Dorado de la centralidad, para unirse en un acto simbiótico histórico, y así apuntillar a las dos partes contrarias de la geometría política, lo comprobaremos enseguida: bastará observar si el péndulo argumental y el equilibrio de los proyectos convergerán con el imaginario de Vox o asimilarán elementos referenciales de la izquierda moderada y razonable.
Publicidad
La ruptura del Consell y el nuevo cambio de ciclo político es una prueba de fuego también para el PSOE valenciano. Existe una sensación cada vez más profunda entre la opinión pública y la opinión publicada de que el griterío de la politiquería está fuera de tiempo. Los problemas concretos del ciudadano y los debates de una clase política cada vez más oligárquica ya son como el braceo de un alma condenada al no descanso. El divorcio es enorme. El PSOE valenciano puede abandonar el grito sistemático -todo lo del adversario está mal- ahora que ya no se halla en el campo institucional uno de sus demonios y rodearse de un sincretismo ideológico para proyectar una cierta responsabilidad y madurez en la nueva etapa. Parece obvio que si trata de derribarlo todo, se desplazará hacia posiciones más a la izquierda del arco político y no sé si en las actuales circunstancias la ciudadanía premiará la bronca o recompensará el equilibrio reflexivo. Es tiempo de arenas movedizas y tiempo de revisar algunos postulados y la desaparición de Vox del Consell le obliga a buscar nuevos caminos y quizás haya que olvidarse de determinados instintos seculares que le igualan a las organizaciones a su izquierda y que no siempre funcionan en su relación con el electorado. El PSOE valenciano aún no se ha recuperado del trauma de la derrota de las últimas elecciones. Compromís tampoco. La paradoja de que Vox les impulse a salir de la paz de los crepúsculos -y la paz aquí es análoga al ruido constante o a la negación por la negación, es decir, a la resistencia orgánica- para reencontrarse con una estrategia política-social definida que les aparte de la 'voz en off' y les devuelva al protagonismo enriquecedor no deja de ser extraño.
En todo caso, uno discutiría al sabio francés cuando decía que «el recién nacido ya es lo suficiente viejo como para morir». Porque escucharemos de forma insistente esa idea sobre la nueva peripecia del Consell: sobre el Consell monocolor, frágil y aislado. Gobernar en minoría requiere de artes muy florentinas y precisa tener cerca el calor de un Fouché, o de varios Fouchés. Hay que negociarlo todo, y no descarriar, y ser amo y señor de la retórica para no envilecer en cualquier descuido la vida política. Lo cual redunda, por cierto, en una mejor calidad democrática. La democracia es deliberación colectiva y control del poder, y esas características se entronizan con gobiernos que han de escalar las montañas sagradas de los acuerdos como signo de vida y de testimonio. La política de los hechos pasa a ser la política del florete, y a ser posible la política de las ideas. Porque no sólo las ideas hay que transformarlas en unos presupuestos -y los otoñales y venideros se pueden prorrogar- sino que son los credos políticos de la convivencia civil, del bienestar social, de las libertades contrarias al involucionismo moral los que fundamentan pactos contrarios a la bunkerización de los aparatos de los partidos. La energía social de cambio está en la calle, aunque no sepamos hacia dónde se dirige, y hay que dinamitar muchos prejuicios ideologizados para reconstruir la amalgama con la sociedad, y sobre todo vigilar que esa pulsión no derive hacia formas políticas resistentes a las pluralidades democráticas y las patologías sociales que no distinguen entre lo deseable y lo detestable (la intolerancia).
El cambio de paradigma necesita de un Manolo Mata en las Corts, y permítanme que cite al 'adversario' del PPCV de Mazón no sé si tiene entre sus filas operativas actuales a alguien que drible como Lamine Yamal y hable con la solvencia de quién se ha echado a la espalda todos los historicismos que en la Historia han sido desde las modernidades muy modernas. Comerciar con Compromís y Podemos no era fácil, porque había quién creía, en una y otra parte, que el providencialismo había asegurado en su figura la esencia misma de la salvación de los hombres y las tierras valencianas. Pero es que ahora es peor, porque los socios se han marchado como se marcharon los Dioses, y hay que ser muy Fouché al tiempo que muy moderado para no irse a la primera de cambio con Vox y quedarse desnudo ante posibles acuerdos con la izquierda. Juan Francisco Pérez Llorca tiene buena prensa, y su biografía glorifica acuerdos -el primero, con Vox, el segundo, el de Ens Uneix- aunque no sé si alcanza las cumbres del verbo florido y consistente de Mata. En todo caso, la nueva etapa depende de dos: del presidente Mazón y de Pérez Llorca. Alargar la legislatura hasta donde sea posible, ampliar el espacio central para buscar el territorio electoral, erosionar a Vox que ha optado por la quiebra institucional y no regalar el cielo en la tierra no es un menú asequible para todos los bolsillos. Tienen una ventaja, que los antagonismos vendrán por la izquierda y por la derecha, y podrán esperar el error. ¿Legislar? No es un lenguaje real para la legislatura que volvemos a comenzar. Habrá que inventar otro.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.