Y éste, ¿qué?», pregunta mi madre. Éste es José Luis Ábalos que sale en bucle en todos los informativos. Y, la verdad, no sé que ... decirle. Porque, cómo explicarle, a una señora de 86 años que se crió en plena postguerra, que tuvo que criar a seis hijos y que ha vivido una vida feliz -defiende ella- pero repleta de esfuerzos y algún sinsabor, todo de lo que se le está acusando al exministro socialista. Cómo le explico, lo ojiplático y esperpéntico de todo lo que rodea el caso y que nos traslada a lo más chusco, casposo e indecente de las fechorías políticas. Y además, cómo le aclaro que todo eso es presunto. Que la verdad está por dilucidar. Que son informes judiciales. Porque, en efecto, todo es presunto aunque el daño a la reputación de la clase política española ya es superlativo. Un hachazo más al prestigio de la política cuyo descrédito cabalga veloz hacia el abismo entre chalets de unos y enchufes de otros. «Todos igual», remata mi madre. Le intento explicar que no, pero ella sentencia: «es uno más». De un sorbo y sin azucarillo.
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