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El vicepresidente Francisco Gan Pampols, en su ya más que reseñado ensayo 'El arte de mandar bien', explica que los nuevos liderazgos tienen como ... misión principal: «servir y no servirse y que tengan muy a gala jamás aferrarse al puesto». Y focaliza sus virtudes en conceptos como mérito, capacidad, emprendimiento y responsabilidad individual. No sé (o sí) qué nivel de complicidad y confianza ha establecido la otra vicepresidenta del Consell, Susana Camarero, con el teniente general, pero los consejos que fluyen en su manual le serían de mucha utilidad. Aunque es cierto que una cosa es escribirlos y otra ponerlos en práctica, como el propio militar está comprobando. Le sería de utilidad, en cualquier caso, porque es más que evidente que Camarero ha tenido que asumir, en una situación absolutamente delicada, un liderazgo del que, ella lo sabe, podría salir vapuleada. O, al contrario, reforzada. Porque ser la cara visible, semana tras semana, de un gobierno al que continuamente le están cuestionando y señalando por lo que fue la gestión de la dana el mismo 29 de octubre es de una dureza indiscutible. Ella ya lleva tiempo padeciéndolo. Como lo sufre a diario, de forma mucho más acentuada, el propio presidente Carlos Mazón y el resto de miembros del Consell que dan la cara. (No los que están en la penumbra, claro).
Las dotes de liderazgo de Camarero ya habían sido demostradas antes de la fatídica riada. Y, además, de una manera sobresaliente. El hecho de que en el momento más crítico de la gestión de la tragedia, Mazón tuviera que recurrir a ella, es lo que evidencia su solvencia y su valía. Con sus errores e hipotecas, evidentemente. Porque, aunque su liderazgo es claro y se va reforzando con el paso de los días, lo cierto es que su libertad de movimiento está tremendamente constreñida a la estrategia que imponga Presidencia. Argumentarios, incluidos. Como se ha visto, por ejemplo, con la insólita limitación de las preguntas del pleno del Consell, de la que ella misma se desmarcó en un primer momento. Una anécdota, claro. Pero relevante.
Es evidente, en cualquier caso, que en medio de la tremenda marejadilla política, Camarero sigue saliendo airosa de esta batalla frenética. Aunque se meta en charcos innecesarios e incomprensibles, como el ataque a los sindicatos. Sale airosa, entre otras cosas, porque la vicepresidenta muestra parte de esos valores de los que habla en su ensayo su compañero en el Consell, Gan Pampols: firmeza, valor, audacia, prudencia -aunque a veces se quiebre-, templanza -pese a todo- y, algo muy importante, honradez. A mí, me la transmite. Eso y mucha capacidad de trabajo y sacrificio. Que es algo que todos debemos pensar que forma parte del puesto que ocupan, pero que es evidente que en su caso se ve de manera sobresaliente. Tanto es así que, en esa segunda línea en la que se encuentra, Camarero comienza a tener un protagonismo que transciende la retaguardia, aunque sea desde la lealtad a Mazón. No es sólo quien da la cara. Puede ser también una líder para el futuro en un partido que, en estos momentos, sigue una incierta travesía. Entre otras cosas, porque como es lógico, su principal objetivo ahora sólo debe ser reconstruir lo que la dana ha arrasado. Levantar todo lo que afecta a la ciudadanía, al tejido social y económico de la provincia e, incluso, a la propia estructura interna del Partido Popular valenciano. Donde muchos se mueven en silencio entre los entresijos del alcantarillado.
Esta misma situación, pero en la orilla contraria, está viviendo la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, a la que, la misma dana que ha hecho que Camarero tenga que dar un paso hacia delante, le ha empujado a ella a ser diana de los populares y escudo del Gobierno. Tanto que, el liderazgo de la que fue concejal del PSPV en el Ayuntamiento del Valencia, ya es incuestionable. De hecho, pocos dudan que la verdadera imagen del socialismo valenciano ahora es ella y no su secretaria general Diana Morant. Aunque muchos quieran hacerse trampas a las cartas y seguir con la pantomima. Bernabé encarna a día de hoy el liderazgo natural de su partido. Aunque los designios del señor -del señor Pedro Sánchez- hayan sido otros porque así lo marcaron los tiempos. De hecho, puestos a especular, si pudiese rebobinar, el mismo líder de los socialistas posiblemente hoy hubiese jugado las cartas de otra forma. Aunque eso, insisto, es especular. Especular, también es cierto, sobre hechos reales. Bernabé está; a Morant se le espera. Tanto se le espera, que quizá llegue tarde.
Todo ello, pese a que Bernabé, como Camarero, tiene una enorme losa a diario con la gestión de la dana. De la que, pese a todo, puede salir reforzada y le proyecte definitivamente a un futuro político muy prometedor. Que ya lo tenía antes, por sus cualidades innatas y trabajadas. Pero que, ahora, se hacen palpables. Aunque tenga que pagar -y le ponga eso muy nerviosa- la pena de verse en titulares en los que se le señala como alguien que estuvo en el Cecopi cuando se decidieron las primeras actuaciones durante y después de la trágica riada. Estar, implica eso. Pero todos saben que, al final, la verdad es la mejor arma. Y no hay titulares ni declaraciones que valgan frente a ello. La verdad y el trabajo será, al final, quien quite y ponga. La verdad es lo que quedará para todos. Pese a quien pese.
A la delegada del Gobierno, como a la vicepresidenta, le fluye el liderazgo por las venas. Le pasa también a la alcaldesa María José Catalá. Que las tres sepan, en tiempos de adversidad, gestionarse, será clave para su mañana. Calidad humana, trabajo en equipo, carácter, ser realista, prudencia... serán claves en ese objetivo. No lo digo yo. Lo dice Gan Pampols en su libro subtitulado: 'Querer, poder, saber'. El mismo Gan Pampols que fue elegido para reconstruir lo perdido y que ahora a muchos, dentro y fuera de su gobierno, les comienza a incomodar.
Es domingo, 23 de febrero. Hay un proverbio chino que dice: «Los patos salvajes siguen al líder de su parvada por la forma de su vuelo y no por la fuerza de su graznido». De un sorbo y sin azucarillo.
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