Lo que ocurrió aquel 3 de noviembre, durante la visita de los Reyes a Paiporta, nos marcó a todos. A ellos, a la Casa Real, ... también. Demasiada ira e impotencia desbordada como para después ignorarla. Demasiada tensión y emoción como para pensar que el tiempo sepultará tanta indignación y dolor. Por eso, don Felipe y doña Letizia no están fallando a quienes, entre lágrimas, les rogaron que no se olvidaran de ellos. Y lo están demostrando con ímpetu. Lo último, la visita por sorpresa de la familia real al completo a varias localidades arrasadas por la dana. Lo hicieron con absoluta discreción y dando, de nuevo, una enorme muestra de empatía con un pueblo devastado por la mayor catástrofe natural de su historia. Fue un gesto que reitera su sensibilidad y compromiso con los damnificados y con esta tierra. Pero fue, también, una visita que deja en evidencia a aquellos responsables políticos que aún no han pisado las zonas afectadas. Alguno, incluso, evitando ir al funeral por las víctimas. De un sorbo y sin azucarillo.
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