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El ex presidente del Gobierno, Felipe González, recordó el pasado miércoles en la asamblea de AVE que la naturaleza tiene más memoria que nosotros. ... Lo dijo en referencia a las consecuencias de la dana y como advertencia cara al futuro. «Lo que sí que es seguro es que vendrán otras», sentenció. Y lo que también es cierto es que la naturaleza nos ha hecho una transferencia de su implacable memoria porque nadie olvidará ya lo que padecimos hace cuatro meses en Valencia. Un drama cuyas desastrosas consecuencias todavía nos siguen conmoviendo y carcomiendo. Todavía nos continúa azuzando el dolor y la indignación. Y nada, que no sea lograr que se haga Justicia, puede aliviar tanto desasosiego. Justicia en 360 grados, como piden las víctimas: moral, política y judicial.

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En esa fase nos hemos adentrado. En la senda de buscar responsabilidades en todos los ámbitos. Un camino en el que, por desgracia, todo está siendo centrifugado por el barro político. Un lodazal ilimitado que ha puesto el foco de atención en la confrontación y no en la reconstrucción. Un chapoteo ideológico y encarnizado en el que todo es ajuste de cuentas y relatos falaces que nos aleja de la labor por intentar descubrir la verdad y, en especial, por devolver la dignidad y el sosiego a quienes fueron aplastados por la histórica riada.

Estamos, por tanto, en una etapa con la presión acentuada y todo un cúmulo de tensiones que, en un momento u otro, se acabarán rompiendo y desembocando en una profunda catarsis. Una etapa en la que, en el epicentro, está el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Ese que comenzó la semana abriendo la caja de los truenos en una errática conferencia en Madrid y que la acaba con el eco de la quinta manifestación pidiendo su dimisión. Petición que resuena con visceralidad desde los partidos de la oposición pero que, por meros cálculos políticos, quieren frenar en el Partido Popular. Porque no es el momento -sí es que debe producirse- y, en especial, porque no hay opciones de relevo claras. Y además, y no poco importante, porque la dependencia de Vox deja todo en el aire.

Nada que no sea hacer justicia en todos los ámbitos -social, político y judicial- puede aliviar el dolor de las víctimas

Los vaivenes que el propio Mazón ha protagonizado estos días a cuenta de su hora de llegada al Cecopi y, sobre todo, las sombras que quedan por despejar de lo que ocurrió la fatídica tarde del 29 de octubre, hacen difícil frenar esta constante petición de dimisión del líder de los populares valencianos. De hecho, aunque el propio presidente Alberto Núñez Feijóo aseguró que no está dispuesto a perder la Comunitat Valenciana -en referencia a que no está dispuesto a propiciar adelantos electorales en estos momentos-, la realidad es que hay algunos miembros del partido -los menos aún, también es cierto- que apuestan porque ese paso se de. Que sean los valencianos los que decidan lo que hay que hacer. Y que sea el propio Feijóo quien abandere ese paso. «Que al menos nos quede esa dignidad», señalan.

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Mazón supeditó su futuro político a la reconstrucción de las zonas afectadas por la dana. Fue un compromiso que le dio oxígeno cara a los ataques de la oposición, demostrando que estaba dispuesto a renunciar a su reelección si falla en la mayor prioridad que puede tener Valencia a día de hoy. Y fue, además, un anuncio que permitió a su partido, en especial al presidente nacional, justificar su apoyo en un momento muy crítico.

Sin embargo, cuatro meses después, ese compromiso parece ya insuficiente. Incluso casi vacuo. Y lo parece, primero, porque existe la sensación -aunque no sea así, porque es evidente que se está trabajando en recuperar la normalidad- de que el presidente y su equipo están más preocupados por atar un relato de su actuación cara a la Justicia, que en esas labores de reconstrucción. Segundo, porque, evolucione como evolucione ese proceso de renacer, el grado de cumplimiento al final de la legislatura se valorará de forma muy subjetiva. Y cada cual evaluará lo logrado desde una perspectiva distinta. De hecho, es fácil adelantar que los fracasos se endosarán de una administración a otra con absoluta impunidad. Y tercer motivo, y quizá el más aplastante, ese compromiso es insuficiente porque así lo sienten los afectados: en el caso de las pérdidas de vidas humanas, los familiares no encontrarán jamás su ánimo reconstruido; en el caso de las pérdidas materiales, la normalidad a la que aspiran no puede llegar cuando a diario observan que nada va a ser ya igual ni en su casa, ni en su ciudad; y en el caso de la Comunitat, porque el daño reputacional que estamos viviendo -otra vez- peligra con ser inmenso. Como advierte Salvador Navarro, presidente de la CEV, hoy en el periódico.

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El presidente de la Generalitat, muy afectado a nivel personal (porque afrontar esta situación es algo inhumano), debe saber que salir del abismo en el que se ha instalado es una tarea ingente. O imposible. Aún más cuando la cadena de errores se va haciendo cada vez más extensa. Errores derivados de la falta de transparencia desde el minuto uno; errores en la comunicación, fluidez y veracidaz del relato; errores en las tomas de decisiones durante y después de la dana.... Salir del abismo a estas alturas parece, de entrada, imposible. Vivir en él desde la dignidad, al menos le reconfortará. Porque, aunque él quiera luchar contra ello, la dana le va devorando. Tanto que, más allá de las decisiones judiciales, ya hay una condena social que deja su futuro en manos de algo tan sencillo como la humildad, la empatía, la asunción de responsabilidades, la transparencia y la verdad. Siempre la verdad es y será la clave.

Mazón ha de ser consciente de que no importan ya ni los enredos de unos, ni los pretextos de otros; no importan ni las acusaciones, ni los aspavientos. Por encima de todo hay una necesidad perentoria. Y es que las víctimas, las que lloran a los seres perdidos y las que se enervan por lo vivido, merecen y necesitan justicia. Sí, reitero: justicia en toda su dimensión. Moral, política y judicial. Pese a quien pese. Porque ni siquiera con ella, ni siquiera haciéndose Justicia, podrán paliar el dolor que les acompaña desde aquella aciaga tarde de octubre.

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Es domingo, 2 de marzo. La lluvia se insinúa cuatro meses después. Como si la naturaleza quisiera mantener viva la memoria de un pueblo.

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