

Secciones
Servicios
Destacamos
El teniente general Francisco Gan Pampols, que fue jefe del Cuartel General de Alta Disponibilidad y de la OTAN en Valencia, tiene un lúcido ensayo ... en el que desglosa los principios fundamentales para saber mandar. En él, destaca lo importante que es ese paso previo de «conocerse a uno mismo» para poder después emprender cualquier aventura personal o profesional: «el autoconocimiento es el arranque de cualquier travesía porque, como decía Séneca, el de la Hispania romana, 'no hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto va'».
En estos momentos de resaca electoral y metidos ya en otra aguerrida cita con las urnas, es fundamental que la piezas claves del nuevo tablero político tengan muy claro, precisamente, hacia dónde se quieren dirigir y hacia dónde, por tanto, nos dirigen. Y que lo hagan, volviendo a la obra de Gan, teniendo muy presente algunos valores fundamentales para ejercer un liderazgo. Entre ellos: ejemplaridad, pensamiento crítico o generosidad. Principios que, en el día a día de cualquier ciudadano o a la hora de emprender una iniciativa empresarial, se convierten en fundamentales. Pero que son aún más indispensables cuando ese proyecto es político y, tras las elecciones, te toca gobernar, ocupar la bancada de la oposición o, incluso, dar un paso al lado y dejar que otros tengan el protagonismo porque el tuyo ya se terminó.
El empresario valenciano Federico Félix decía en una entrevista en este periódico el domingo pasado: «Me aparté antes de que me apartaran». La política de los gestos, entre los que mandan, es importantísima por lo que ello implica. Especialmente cuando ese gesto consiste, precisamente, en descabalgarse de ello: de estar al frente del navío que toque. Héctor Illueca o Pilar Lima lo han hecho esta misma semana al renunciar a sus cargos. Lo hicieron igualmente Manolo Mata o Isabel Bonig en su momento. No sé, en este sentido, qué hará Ximo Puig o el propio José Luis Ábalos cuando pasen las elecciones generales y se abra definitivamente el melón del futuro del PSPV en la Comunitat. Si se aferrarán a sus cuotas de poder o darán paso a otro tiempo. Cada uno juega sus cartas y cada uno sabe hasta cuándo puede estar participando en esa partida de póquer en la que se reparte, entre otras cosas, el poder interno de un partido. Porque uno puede quedarse anclado a un farol, puede buscar a la desesperada una escalera de color que le lleve de nuevo a retomar el protagonismo perdido o, sencillamente, puede levantarse de la mesa y dejar que jueguen otros. Ahí entran en escena esos tres valores que apunta Gan: ejemplaridad, pensamiento crítico y generosidad. Las decisiones nos retratan y, además, no saber gestionar bien tus tiempos y no hacer un ejercicio personal de autocrítica, puede abocar a uno a dilapidar su reputación y quedar en evidencia entre los suyos y los que no lo son. Saber calibrar qué papel debe jugar cada cual tras pasar por las urnas es vital para no caer en el desprestigio ni hundirse en la arrogancia. Y es, además, en esos momentos de cambio y convulsión cuando los gestos son más importantes. La foto de Carlos Mazón y Puig para intentar transmitir seriedad a los futuros inversores de la Comunitat ha sido fundamental. No sé si propiciada por el primero y bien recibida por el segundo pero es, en cualquier caso, la imagen de lo que debería ser un traspaso de poderes modélico y de lo que tendría que ser el día a día en la próxima legislatura. Por muy quimérico que esto parezca. Y no hablo de hacerse fotos de abrazos para la galería, sino de transmitir buen talante a toda la ciudadanía, de acotar la crispación que se presume estará descabalgada y de salvaguardar las instituciones por encima de todo. Porque, en una sociedad tan fragmentada en los últimos años, que vive asomada al pozo sin fondo de la polarización, que los políticos contribuyan a limar asperezas y a transmitir serenidad y buenas formas, es fundamental. Lo ha sabido hacer, hay que reconocérselo, el propio Joan Ribó, con algo tan simple como dejar sobre la mesa del despacho de la alcaldía de Valencia una simbólica olivera a María José Catalá. Tenía una profundidad muy evidente no exenta de ironía, pero humanizaba el ejercicio de la política. Porque esos son los pequeños gestos que pueden servir para que fructifiquen otros de más calado. (Lástima que el ex alcalde no lo practicara durante sus ocho años al frente del Cap i Casal).
Ese mismo talante debemos pedir, eso sí, a la hora de gobernar. Que lo primero que hiciera Catalá al sentarse en esa mesa de la olivera fuera llamar a las instituciones benéficas de ciudad, le honra. Pero, además de eso y por encima de las primeras medidas que ha adoptado -redoblar la seguridad y la limpieza o los guiños al bilingüismo y la tradición-, lo importante va a ser las formas con las que ejerza su liderazgo. En su caso, fundamental si va a mantenerse en un gobierno en minoría toda la legislatura. Algo de lo que está convencida, pese a que muchos especulan con que, tras las elecciones generales, habrá pacto con Vox. Y lo está, primero, por convicción. Segundo, porque ese gobierno de «todos y para todos» que ha prometido precisa de estar tendiendo puentes de forma constante y en cualquier dirección. Para ello, hay que estar muy centrada. No hacerlo, sería traicionarse a sí misma y a su electorado.
Catalá va a trufar estos primeros meses de gestos que delatarán su forma de hacer política. Serán extraordinariamente importantes y con ellos marcará el camino que va a seguir. Y, sobre todo, si tiene claro hacia dónde va. Con Mazón, en unas semanas, deberá pasar lo mismo. Eso sí, con la alargada sombra del pacto de Vox acompañándole y la oposición -que entrará pronto en crisis interna- con las uñas afiladas y buscando ir a la yugular. Saber mandar, como decía Gan, será más necesario que nunca. «Soy el amo de mi destino», escribió William Ernest Henley.
Es domingo, 25 de junio. Séneca. Ensayo 'Sobre la ira'. «Siempre es mejor actuar con calma, movidos por la lealtad, el deber o la justicia que por la rabia y el deseo de venganza». Si en la vida en general, y en la política en particular, estos principios se asumieran, nos iría mejor. Cuando la ira se apodera de una persona, «gobierna a su mente». No hay tiempo para los odios.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.