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La política con mayúsculas consiste en dialogar, dialogar y dialogar; especialmente con aquellas personas que no piensan como nosotros. Es necesario dialogar más para llegar ... a puntos de encuentro. La política con mayúsculas es acordar». La frase es de Yolanda Díaz. La tomó prestada el alcalde de Valencia y candidato a la reelección, Joan Ribó, para concluir su intervención en el Forum Europa el pasado 20 de abril. Un día después, su equipo de comunicación confirmaba que no asistiría al debate que organizan la Cadena COPE y LAS PROVINCIAS el próximo 22 de mayo. Un debate para contrastar ideas y dar a conocer el modelo de ciudad de cada candidato. Con anterioridad, el propio presidente de la Generalitat, Ximo Puig, había hecho lo propio rechazando acudir al debate que organizamos ambos medios de comunicación el próximo 18 de mayo, privando así a nuestros lectores y oyentes de sus argumentos para continuar al frente de la Generalitat. Una negativa, por parte de los dos máximos representantes políticos que tienen Valencia y la Comunitat, a participar en estos encuentros y defender su gestión frente al resto de partidos. Ambos, de forma selectiva, han elegido dónde quieren participar y dónde no. Y el único pretexto para tomar su decisión es que hay demasiados foros durante la campaña electoral. Demasiadas oportunidades para defender lo hecho y hacer llegar a quienes les tienen que votar lo que pretenden hacer a partir de ahora. Demasiadas plataformas puestas a su disposición para ser transparentes, claros, líderes... ante una ciudadanía que tiene el derecho de informarse a través de su medio de comunicación -sin tener por qué acudir a otro- de sus ideas y de sus proyectos.
¿Es una decepción su decisión? Absolutamente. Da igual si pasa lo mismo que aquí en Madrid, en Barcelona o hasta en Estados Unidos. Y si lo hacen también los del Partido Popular o los de Podemos. Porque, unos y otros, empobrecen de una forma abismal la esencia de la democracia y agigantan esa sensación de que estamos ante una clase política con unos principios y valores débiles. Esa misma clase política formada por dirigentes que propugnan constantemente que debemos «tender puentes» pero que los dinamitan, de forma absoluta, pensando más en sus intereses particulares que no en los de la ciudadanía a la que deben representar. Cuando un político no quiere sentarse a debatir con quien quiere ser su alternativa, posiblemente está comenzado a perder la perspectiva de quién es y para qué está. Y eso sólo hace agrandar su desafección con sus vecinos.
Viniendo a nuestro debate no nos hacen un favor a nosotros, sino a ellos mismos. Demuestran principios, seguridad y gallardía. Rechazando acudir, con excusas vacuas e incluso ofensivas hacia el electorado, no nos dañan a nosotros como medio de comunicación -que cumplimos con lo que consideramos que debemos hacer por nuestros lectores-, sino a nuestra audiencia, en particular, y a los valencianos, en general. Invitarles a todos a debatir y, a su vez, ofrecerles una plataforma para hacerlo, como la de dos medios de comunicación influyentes en nuestro territorio, no es, ni más ni menos, que una oportunidad. Quizá, un regalo. Un paso más en ese objetivo de ser facilitadores del diálogo y puente para la búsqueda de puntos de encuentro. Un objetivo que debería ser común para todos
Para LAS PROVINCIAS, el hecho de convocar estos dos debates es una obligación como periódico decano de Valencia. Lo hacemos, por encima de todo, por convicción. Porque es la esencia del periodismo. Más, incluso, es la base de lo que debe ser una cabecera como la nuestra, absolutamente atada a la historia de esta tierra desde hace ya casi 160 años. Por eso, mantener los debates, cuando muchos han deseado que se desconvocaran, es todavía más necesario. Venga quien venga y se queden vacías las sillas que se vayan a quedar. Porque no necesitamos la autorización de nadie para organizar estos foros; más bien precisamos de la complicidad de quienes lo tienen que protagonizar para, juntos, engrandecer la esencia de la democracia. Ya sea el líder de Podemos o de Vox, de Ciudadanos o de Compromís, del PP o del PSPV. Todos hacen falta en un debate que debe ser constructivo y que es clave para ayudar a decidir el futuro. Todos hacen falta y quienes se apean de ese diálogo sólo hacen que dañarlo y dinamitarlo.
No acudir, ¿es estrategia política? ¿Es cosa de los equipos electorales? ¿Nervios? ¿Es miedo? ¿Es lo que se decide a partir de lo que dicen las encuestas? ¿De verdad, es que hay muchos debates y entonces elijo uno sí y otro no? No sabemos cuántas sillas quedarán vacías el próximo 18 y 22 de mayo. Sí que tenemos claro que la imagen será una demostración poderosa de muchas cosas. Sobre todo, del nivel de madurez, de responsabilidad y de grandeza política de cada cual. E incluso, de la solidez de la clase política de esta tierra. A la que todos amamos de forma absoluta, cada uno desde su forma de pensar y cada cual trabajando por ella desde sus posibilidades.
Las puertas seguirán abierta a todos hasta el final; porque las sillas allí estarán siempre esperando. Déjenme pensar que hay posibilidades de dar la vuelta a la situación. Porque la decisión de rechazar acudir a un debate es un daño que nos perjudica a todos pero que tiene, por encima de todo, un perdedor. Y no será ni la COPE, ni LAS PROVINCIAS -que nos duele y nos afecta-, sino esa parte de la ciudadanía a la que se le priva de ese diálogo entre contrarios del que Ribó alardeaba cuando, entre aplausos, concluía aquella conferencia en el Hotel las Arenas hace solo unas semanas. «Dialogar, dialogar y dialogar; especialmente con las personas que no piensan como nosotros».
Es domingo, 7 de Mayo. Siempre nos quedará Juan Gelman: «Los hechos hunden clavos fríos en las certezas».
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