Urgente Tormentas de lluvia y granizo descargan sobre Valencia: Previsión de Aemet para las próximas horas

El fuego real desata incendios políticos. Lo hemos visto esta semana. La resaca de Tàrbena es una muestra de ello. La resaca de otra catástrofe ... medioambiental con consecuencias que van más allá de las hectáreas quemadas y el impacto sobre los vecinos que la han padecido. Va más allá porque este incendio debe encender las luces de alerta de manera definitiva e invitarnos a actuar con determinación, antes de que la situación empeore hasta límites irreversibles. Actuar de forma consensuada y sin dar opciones ni al titubeo ni al olvido. Actuar no como cuando salimos en tromba, cada vez que el fuego se apodera de nuestro territorio, haciendo promesas que con el tiempo se diluyen en la desmemoria; sino alejando el debate político -que debe existir cuando hay dejadez de funciones e ineficacia en la gestión- y apostando por un plan de actuación de 360 grados en el que se aborde el problema desde todos los prismas. Hacerlo, desde la transparencia, con seguimiento diario de avances y retrocesos. Y hacerlo ya, de forma inmediata, porque vemos señales tan preocupantes como que éste ha sido el peor invierno en incendios desde hace años y porque hay temores fundados de que la situación va a ir a peor.

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Son los técnicos y los gestores quienes saben qué hay que hacer, pero hay cuestiones elementales que se deben activar ya. Aspectos obvios que olvidamos porque nos enfrascamos más en la batalla política y el rédito electoral que en dar salida al problema.

Primero, realizar una radiografía del estado de nuestros montes y una proyección de cómo pueden evolucionar a tenor de los vaivenes climáticos. Un análisis sincero sobre la situación del arbolado, la falta de limpieza, el abandono de campos, las actividades económicas y sociales de cada zona... El decano del Colegio de Ingenieros Técnicos Forestales de la Comunitat reclamó esta semana una intervención sostenible y ordenada en el monte. Algo que no se hace desde hace décadas.

Teníamos un problema con los incendios y ya se ha convertido en una emergencia en la que no cabe el cinismo político

Segundo, impulsar una investigación sobre la evolución climática que hemos vivido en nuestro territorio en los últimos tiempos y realizar una proyección sobre las tendencias. Aunque, a modo de pista, no son pocos los estudios que ya hablan de un alarmante proceso de desertificación de la región y, de su mano, de la degradación del territorio.

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Tercero, rastrear el uso económico, social y cultural que se hace del entorno natural valenciano en la actualidad y qué medidas -a modo de precaución- se deberían adoptar. Especialmente, el uso agrícola y recreativo. Tanto las quemas como el propio abandono de campos, que han sido durante años cortafuegos naturales. Y hacerlo con seriedad. No prohibiendo una cosa un día y autorizándola el siguiente. Sin improvisar. Lo mismo respecto a las actividades deportivas o de índole recreativa.

Cuarto, hacer un inventario real (y crítico) de los medios técnicos y humanos con que contamos para la prevención contra los incendios y otro de lo que, en realidad, haría falta.

Quinto, un análisis realista de los medios de actuación cuando se producen los fuegos. El estado en que se encuentran y las limitaciones con que contamos. Contando con las aportaciones de todas las administraciones (de la UME a la colaboración entre autonomías).

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Sexto, poner sobre el papel las políticas de concienciación en la lucha contra el fuego y el buen uso del entorno natural que las instituciones están impulsando en este momento -si las hay-, chequear su eficacia y estudiar otras medidas que deberían impulsarse y en qué ámbitos. Colegios, asociaciones, medios de comunicación... Campañas de impacto a corto y largo plazo.

Séptimo, revisar los organismos de colaboración entre todas las administraciones en la prevención contra incendios y la actuación ante los siniestros para asegurarse que funcionan de forma eficaz, sin duplicidades y de manera coordinada.

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Octavo y último, la búsqueda de un consenso político en un aspecto tan fundamental como la lucha contra los incendios desde todas las perspectivas: prevención, actuación y posterior recuperación de las zonas dañadas. Un pacto sin fisuras, porque la fragilidad de nuestro ecosistema natural demuestra que estamos ante un problema de dimensiones extraordinarias y gran complejidad. Vigilar y actuar sobre el monte es algo ingente, pero necesario.

El cambio climático, las políticas forestales poco acertadas y la desidia, en general, han hecho que lo que era un gran problema sea ya una emergencia global. Aquí no tiene cabida la hipocresía política.

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Es domingo, 21 de abril. Dejamos otra semana encendida de excesos verbales y gesticulares. Lutos, reproches, poco decoro... Cada uno de los que se dedicaron a atizar el fuego verá motivos para ello. Pero no, la política no es eso. Su grandeza, en realidad, está en gestos como el cariño unánime hacia Aitana Mas. Al que nos sumamos con toda nuestra fuerza.

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