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La frase es de la ministra de Igualdad, Ana Redondo. Apareció en una imagen en su cuenta de X que, minutos después, fue eliminada. « ... Este es nuestro momento». Una inquietante sentencia que dejaba por escrito con motivo de la catástrofe de la dana. Una reflexión entrelazada con el cuestionamiento a la reacción ante la riada por parte del presidente Carlos Mazón y de su Consell. Y, a su vez, un pensamiento que, como se ha observado con el tiempo, ha ido calando y mutando hasta llegar a ser la columna vertebral de la acción política del PSOE, en su totalidad, y del PSPV, en particular.
De hecho, tanto se ha creído el socialismo este mantra que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no ha dudado en enfocar todos sus cañones hacia la Comunitat. O mejor dicho, hacia la Generalitat. Y lo hace moviendo -cual marionetas- todas las piezas posibles: controlando el PSPV a través de la ministra Diana Morant; centrifugando a la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, para utilizarla como muro de contención y de respuesta inmediata ante las críticas a la gestión de Moncloa, y engrasando todo el aparato comunicativo de su Gobierno, poniendo al frente a reconocidos comunicadores valencianos, para -entre otras cosas- articular toda una ofensiva informativa con los ojos puestos en nuestro territorio. En definitiva, un presidente del Gobierno asumiendo la sentencia de su ministra de Igualdad: que éste es su momento para recuperar la Generalitat que perdió Ximo Puig. Y que, además, descubre cómo lo ocurrido en Valencia puede ser también su comodín cuando quiera desviar el foco de los fuegos -judiciales y políticos- que le vienen acorralando desde que inició la legislatura. Un presidente que, por cierto, sigue sin aparecer por estas tierras desde que salió raudo de Paiporta.
Contemplamos, por tanto, cómo la tragedia valenciana queda ya por desgracia instalada para siempre en el tacticismo político y subyugada a la bronca partidista. Y queda porque, en el momento en el que ella forma parte de la partida política de Sánchez para recuperar la Generalitat, toda decisión y acción se acaba subordinando a la estrategia. Aunque el propio presidente debe saber bien que eso no es garantía de nada. Porque, al final, la política se ha convertido en algo tan impredecible y líquido que nada está escrito. Y, por mucho aparataje que se ponga para lograr un objetivo, la decisión trasciende su voluntad. De hecho, la pretensión del poderoso presidente del Gobierno a estas alturas es sólo eso. Una pretensión. Porque, pese a toda esa movilización, nos encontramos que, entre los socialistas, no todo fluye con la intensidad que anhela Sánchez. Partiendo por algo primordial: que su apuesta por la exalcaldesa de Gandia para ser el gran referente del socialismo valenciano está todavía por cuajar. Mejor dicho, está tremendamente verde. Tanto es así que su invisibilidad durante la gestión de la dana, el momento más crítico de la historia de los valencianos, ha sido absoluta. Directamente, no ha sabido estar. Y si ha estado, más grave. No se le ha visto. Sus apariciones han sido contadas y estudiadas, siempre con el argumentario establecido desde Moncloa y sin mostrar la mínima naturalidad. De hecho, ha estado tan desfigurada su figura que choca poderosamente cómo, durante la catástrofe de Campanar se apresuró en estar en primera línea de cámara para que se le viera arropando a los valencianos y aquí, en un momento en el que debería haber mostrado sus dotes de liderazgo, se ha quedado en la penumbra absoluta. Si lo que buscaban -o buscaba- era no quemarse, lo que han logrado es que su imagen se haya quedado congelada para los valencianos. Una imagen tan fría, atada a la estrategia y amordazada por el argumentario de Moncloa, que ahora que quiere mostrar un PSPV con personalidad propia dentro del PSOE, no hay quien le crea. Ni los suyos. El nivel de subordinación, a estas alturas, es tal que el margen para que el socialismo valenciano tenga su propia voz se ha quedado limitado a la nada. Se ha quedado limitado al corral de Sánchez.
En cualquier caso, el congreso nacional del PSPV dentro de un par de semanas servirá para ver en qué punto estamos de verdad. Servirá, primero, para ver el grado de liderazgo -no el arropado por conveniencia, sino el real- de Morant y el nivel de influencia que tiene su discurso en la sociedad valenciana. Servirá, segundo, para medir también el peso que tiene Pilar Bernabé dentro de la estructura del nuevo socialismo valenciano. Una delegada del Gobierno a la que, por cierto, nada le está ayudando el abrazo del oso que, poco a poco, le está dando su presidente desde que le incluyó en su círculo más directo con su designación como secretaria de Igualdad del PSOE y le empujó a ser la verdadera oposición a Mazón. Quizá hasta que se abrase del todo. Servirá, además, para ver hasta qué punto Carlos Fernández Bielsa está dispuesto a dar guerra por su futuro dentro del partido o prefiere quedarse en un delfín definitivamente caído. Y servirá, por último, para descubrir si lo que se vive en Valencia es o no el eco de lo que se establece en Génova, enterrando definitivamente la vía valenciana de Puig y dejando que se abra paso la apisonadora sanchista. Esa que deambula sin piedad por todo el socialismo, porque quizá Sánchez se cree que éste es su momento. Y de nadie más.
Es domingo, 19 de enero. «De menut, a casa, escoltava una frase que sempre m'ha acompanyat: res hi ha més fort que el fet». Lo escribe Ximo Puig en 'Una idea d'esperança'. La importancia de los hechos. El hecho.
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