![Más que una llamada de Catalá](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/10/13/trelis-kc5C-U2201491033529BHB-1200x1450@Las%20Provincias.jpg)
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Una llamada activará de nuevo la maquinaria fallera. Mejor dicho, dos llamadas. Las que realizará la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, a la niña que se convertirá en fallera mayor Infantil y a una joven que cumplirá su anhelo de ser la fallera ... mayor de 2025. Será en ellas en las que recaiga la imagen de nuestras fiestas durante el nuevo ciclo fallero. Y, por tanto, sobre quienes gravitará a partir de entonces todo lo que acontece. Porque si hay algo que singulariza buena parte de las fiestas de nuestra Comunitat -pasa también con la Magdalena y les Fogueres- es que el foco principal de la fiesta está en la mujer. Y, en este caso, en aquellas que, por su actitud y aptitud, son elegidas para representar a todas y todos los valencianos. Y la realidad, en un tiempo en el que las mujeres todavía tienen que estar rompiendo muchos techos de cristal en todos los ámbitos -del empresarial al jurídico, del cultural al político- es de agradecer que esa representatividad en femenino se ensalce y se valore como tal. En toda su dimensión. Y ha de ser la propia Junta Central Fallera y, por ende, el Ayuntamiento, quien ponga el valor que tiene que sean ellas quienes nos representen, quienes den una imagen moderna, igualitaria y acogedora de nuestra ciudad. Eso sí, sin esa sobreprotección absurda y caduca que en muchos casos ejercitan sobre ellas: protocolos de otros tiempos y corsés casposos. Ser falleras mayores con códigos de nuestro tiempo.
Debemos superar esa época en la que nos referíamos a ellas, casi de manera pueril, sencillamente como reinas o bellezas. Porque, más allá de esos términos ya caducos, hay que hablar de valencianas que asumen un papel de absoluta trascendencia y valorar que su voz y sus mensajes van a ser ejemplo. Su figura será trascendental para las fiestas grandes de Valencia y debe servir de estímulo para todos a la hora de vivir y de compartir unas fiestas que son mucho más que las Fallas. Porque, además de diversión y espectáculo, son economía, cultura, tradición, fervor, arte.... y mucha sociología. Pero, sobre todo, son el mejor escaparate de la ciudad. Porque nadie puede obviar que la mayor operación de márqueting que vive Valencia cada año, con un impacto incalculable, son las fiestas josefinas.
Las dos serán las elegidas para desempeñar un papel, sin duda crucial, para el mundo fallero y para los valencianos en general. Pero la responsabilidad de cómo la fiesta sepa convivir con la metrópoli en su totalidad, de cómo sepa integrar, vitalizar y exportar Valencia, recae sobre los propios falleros y sobre el consistorio en su totalidad. Desde la alcaldesa a un concejal de la oposición. En un tiempo en que Valencia vive una eclosión turística sin precedentes y es polo de atracción para muchos visitantes por un largo periodo, es importante que las Fallas sepan estar a la altura de una ciudad que sabe exprimir la urbanidad, la convivencia y el respeto. Es ahora, cuando todo se vuelve a activar, el momento de tomar decisiones para que la diversión no se traduzca ni en gamberrismo, ni en atentado al patrimonio, ni en un dislate para la vida cotidiana de la ciudadanía. El concejal responsable máximo de las Fallas, Santiago Ballester -pero con él, el resto de regidores implicados en diversos ámbitos-, debe trabajar ya en garantizar la seguridad en todos sus aspectos durante las fiestas; en que la industria que depende de las Fallas -desde los artesanos de la indumentaria o el monumento fallero a las bandas de música y la pirotécnica- se sientan respaldados y reconocidos en su labor; en que, la cada vez más multitudinaria ofrenda, no sufra el colapso y letargo del pasado año; en que el plan de limpieza sea suficientemente contundente para evitar el descontrol de residuos y basuras; que las churrerías no campen sin control, ni la falta de urinarios conviertan los rincones de la ciudad en lavabos improvisados... Por citar algunos aspectos a focalizar cara a unas Fallas que deben adentrase y adaptarse en un nuevo tiempo. El mismo que está viviendo la sociedad que las acoge.
Nuestro periódico, como cabecera de referencia de la ciudad, se volcará un año más, y desde ya, en las Fallas 2025. Nos sumaremos a la labor de hacer de ellas algo único. Pero al tiempo, también velaremos porque la gestión de las mismas, en todos sus ámbitos, sea ejemplar. Y lo haremos para que Valencia viva, una vez más, unas fallas históricas; pero al tiempo equilibradas, respetuosas y disfrutadas dentro de la lógica de la urbanidad. Unas fiestas únicas como merece la tercera ciudad de España y sus ciudadanos. Los que nos visitan, los que la habitan y, sobre todo, los falleros. Esos que son en realidad, la savia de las Fallas.
Es domingo, 13 de octubre.
Hablando de llamadas. La semana que nos deja está repleta de pinchazos de teléfonos y conversaciones grabadas. De tramas y esperpentos. De realidades que superan la ficción. De huracanes que veíamos venir, en directo, como si fuera la previa del fin del mundo. De guerras que siguen su escalada de manera despiadada. De imágenes de muerte y destrucción. De historias globales absolutamente distópicas, donde reina la deshumanización. Como si estuviéramos adentrándonos en una nueva era desconcertante e inquietante donde mengua la razón. Por eso, en medio de tanta incertidumbre y desconsuelo, aprovechemos nuestro momento. Nuestro aquí. Ahora que aún vemos luces. Como dijo Bob Dylan: «la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento».
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