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La consellera Nuria Montes defendió ayer con fervor la llegada de megacruceros a Valencia. Lo hizo calculando, a vuelapluma, que, de unos 6.000 tripulantes, bajan la mitad; y, de ellos, una parte se van de la ciudad. Por tanto, dudaba que 2.500 turistas ... durante unas horas vayan a generar problemas en una capital de 800.000 habitantes. Su postura, que choca frontalmente con la de la alcaldesa María José Catalá, puede tener un relato interesante; pero se hace trampas a ella misma y roza la frivolidad. Porque se olvida: de que esos visitantes coinciden con miles más que vienen por otras vías y se concentran en masa en los mismos puntos; de si ese desembarco es beneficioso o no para el comercio; de si ese turismo es sostenible -no sólo económicamente-, y, lo fundamental, de que lo que está sobre la mesa es reflexionar sobre el modelo turístico que queremos. No porque ahora no se puedan asumir 2.500 turistas unas horas, sino porque el crecimiento es frenético y, ante tanta efervescencia, el futuro puede estar comprometido. De un sorbo y sin azucarillo.
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