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El pasado 17 de enero, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, celebraba su primera reunión institucional con la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé ... . En aquel momento, el jefe del Consell solicitó a la representante de la Moncloa en la Comunitat –que no es Diana Morant, aunque pueda parecerlo– que mediara para mantener una reunión bilateral con el presidente Pedro Sánchez. Algo que, si se produjo, no dio sus frutos. Porque, por muy insólito que parezca –y lo parece–, el máximo representante de la Generalitat y del Gobierno de España, un año y un mes después de producirse el relevo en el Palau, no han mantenido todavía una reunión de trabajo. Que ese encuentro, que debería ser casi obligatorio por ley, no se produzca, hace imposible que las grandes reivindicaciones y, por ende, necesidades que esta Comunitat tiene estén absolutamente atascadas y condenadas a ir convirtiéndose en un problema cada vez de mayor dimensión y de más difícil resolución. Y lo es porque muchas de esas soluciones sólo se logran desde la colaboración de las dos instituciones. Una actitud que empobrece la imagen de nuestra clase política y que transmite que el único ámbito en el que se sienten cómodos es el del desencuentro y la confrontación. Postura que hace imposible llegar a acuerdos y que imposibilita solucionar problemas endémicos de la región y terminar con las políticas discriminatorias hacia nuestra autonomía.
Sin una actitud proclive al diálogo, a la discusión constructiva y, en última instancia, al pacto, es imposible que veamos la luz en temas como el interminable Corredor Mediterráneo o ave regional, como el déficit hídrico y el tremendo problema del agua de estas tierras, como el atasco en las ayudas a la dependencia, como la búsqueda de soluciones al acogimiento de inmigrantes, como la seguridad ciudadana y la necesidad de más policías, como la carencia de médicos para garantizar una atención digna a los pacientes, como la falta de unidad a la hora de afrontar las políticas de Educación o, en especial, como la infrafinanciación –debate tan encendido ahora con el concierto (o como lo quieran llamar) catalán- y que venimos lastrando legislatura tras legislatura.
Durante los últimos meses, en una cuestión tan puntual como vital como es la salud del Parque Natural de la Albufera, este periódico ha intentado, de la mano la sociedad civil valenciana, azuzar a nuestros representantes políticos en la búsqueda de un pacto que garantice su pervivencia y su futuro. Una iniciativa que seguirá viva y que arrojará en los próximos meses datos sobre si el compromiso de unos y otros de lograr mejoras se ha producido. Pero ya les podemos adelantar que hay pocos indicios de que, la buena voluntad que se mostró, se haya materializado. Porque en realidad, la sensación que tenemos la ciudadanía es que esos asuntos tan perentorios y trascendentales para esta tierra, para la Comunitat, se prefieren mantener en el plano de la confrontación que en el de la solución. Porque, de lo contrario, unos y otros demostrarían que quieren dialogar, buscar salidas y desatascar problemas fosilizados o que se dibujan ya en el futuro de esta tierra.
Si Pedro Sánchez ha sido incapaz de acceder a las peticiones de reunión de Carlos Mazón –la última vez, el pasado 5 de julio para abordar las ayudas a Ford–, ¿qué esperanza tenemos de que tienda la mano a solucionar los problemas? Si en un tema tan acuciante como el de la Albufera, la ministra valenciana y máxima representante del PSPV, Diana Morant, fue incapaz de mostrar sensibilidad por aunar esfuerzos en pro del diálogo sumándose a nuestra iniciativa, ¿qué podemos esperar de ella cara al futuro? ¿Qué sensibilidad con la búsqueda de consensos?
Sin encuentros, sin un 'cara a cara' de Mazón con Sánchez, es imposible abrir la senda de los pactos. Y sin pactos, no hay futuro a la hora de afrontar temas tan sensibles como el de la infrafinanciación, inmigración, agua o infraestructuras que, ya todos sabemos, van a marcar la senda política de los próximos meses. Entre otras cosas, porque Sánchez sí que accedió a negociar con Cataluña cuando ERC todavía gobernaba y se niega a cualquier acercamiento a todo lo que le huela a PP.
Esto no va sólo de: «os hemos enviado muchos millones». Va de buscar, de la mano, soluciones a problemas que afectan no a ellos, no a la clase política, sino a los ciudadanos que representan y a los que se deben. A los valencianos que les han elegido y merecen su respeto. Un respeto que se demuestra trabajando por solucionar los agravios en financiación, los problemas de la sequía, las amenazas de la Albufera, las necesidades en áreas sensibles como la sanidad y la educación, las infraestructuras… Sin diálogo jamás habrá acuerdos. Y sin acuerdos, todo será batalla. Que es donde mejor chapotean sus señorías y a donde parece que estamos condenandos a encontrarnos este otoño.
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