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Iván Mata
Política tóxica
Plaza redonda

Política tóxica

Los parlamentos han sido tomados por el esperpento dialéctico; urge recuperar la dignidad de las instituciones

Jesús Trelis

Valencia

Domingo, 30 de marzo 2025, 00:00

El ya ex portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, se despidió el pasado miércoles desde la tribuna del hemiciclo interpelando directamente ... a los jóvenes: «Esto es mucho más que el ruido que escuchan y que ven en la televisión; les pido que no den la espalda a la política». El veterano nacionalista vasco, que siempre ha demostrado -desde sus postulados- que hay otra manera de hacer política, les recordó que, desde ella, «se pueden hacer muchas cosas por el bien común y les animo a que lo hagan, porque en eso consiste la democracia, en mojarse». Y es verdad que Esteban, que recibió un aplauso unánime de sus compañeros de hemiciclo, representa esa otra manera de ejercer la representatividad de sus votantes y, por tanto, del pueblo al que se deben. Al que les ha convertido en diputado, senador, concejal, alcalde, presidente de la Generalitat o del Gobierno. Representa esa manera de ejercer la política que puede llegar a despertar admiración, aunque no coincidas lo más mínimo en las ideas y los objetivos que defiende. Porque, cuando uno ejerce la libertad de expresión, la defensa de sus ideales, la crítica a quien está en contra de su ideología y el debate desde las buenas formas y con ánimo constructivo, merece el aplauso y el reconocimiento. Lo mismo que merece lo contrario cuando, lo que se ejerce es la política desde el barro, desde las formas agresivas y esperpénticas, desde el egoísmo y el interés personal, desde el insulto y la falta de respeto, desde el ataque y la destrucción, desde la inmoralidad e incluso la corrupción, desde el desprecio a las instituciones y el fraude a sus votantes. Esa otra política que Esteban llama «ruido» pero que es, para desgracia de nuestro país y también de nuestra Comunitat, la que parece haber descabalgado en nuestra realidad y contaminado todas las instituciones. Desde el Congreso hasta Les Corts. Una política tóxica, en la que los máximos dirigentes de cada partido parecen instalarse bajo la piel de Clint Eastwood en Harry El Sucio, para acribillar al contrario de la forma más dañina, sin respeto ninguno y sin pensar en lo que es fundamental: la ciudadanía a la que representan, en toda su diversidad ideológica y territorial. Deberían reflexionar, de hecho, si la política que están ejercitando es la que realmente le reclaman sus votantes y la que necesita nuestro territorio. Y ya les podemos responder, porque es obvio, que no. Que los valencianos, por ejemplo, no nos alineamos con unos políticos que se suben al estrado de Les Corts valencianes, el mismo día en el que Aitor Esteban incitaba a los jóvenes a ser servidores públicos, para atacarse unos a otros con términos como: payaso, mentiroso, peligro público, nauseabundo, ninot, 'a fer la ma', vomitivo, miserable, indecente... Todo un combinado de improperios acompañado de formas, gritos y ademanes nada edificantes. Más bien chuscos, barriobajeros y condenables. Y no crea que fue la peor sesión de control; porque hemos vivido antológicas. Y hemos escuchado declaraciones y formas de hacer política, fuera de la cámara, que sólo nos pueden sonrojar. Por lo indecente. A veces, incluso, por crueles e inhumanas. Aquí, en Valencia, pero también en Madrid. Y quizá, en toda España. Incluso, existe la percepción de que es la manera de ejercer la política de forma global. Como demuestra a diario un desatado presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

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