Urgente Diez pisos y más de 120.000 euros en efectivo: la fortuna amasada por una familia que vendía droga en un 'narcobar' de Benaguasil

La pasada semana, el funambulista Nathan Paulin recorrió el cielo de Barcelona caminando sobre el alambre. Fueron 350 metros a 68 de altura y fue ... toda una exhibición de destreza. Pero también fue una metáfora de la vida. Esa en la que, trabajar por conseguir el equilibrio en todos los ámbitos, es extraordinariamente necesario. Lo es para poder vivir en eso que llamamos comunidad y que no es, ni más ni menos -como diría Aristóteles-, que ser conscientes de que somos «animales sociales y políticos» que debemos convivir. O sea, ser racionales. De hecho, centrarse es básico para no caer ni por el abismo de la izquierda, ni por el de la derecha. Porque los extremos siempre acaban desestabilizando y hacen que la base de cualquier cosa sea inestable. Y, al final, todos los bandazos acaban sacudiendo a alguien; aplastando a los que se quedan en el lado contrario y, por tanto, mermando el principio básico de la convivencia, la igualdad y la libertad.

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Cuando eso ocurre, nos podemos encontrar con absurdos tan preocupantes como: ese estallido de censura -absolutamente denunciable- en el mundo cultural; ese ojiplático intento de fiscalizar la actuación de los periodistas; esa guerra de banderas tan arcaica como detestable que sólo hace azuzar odios desterrados, o ese incalificable cuestionamiento de la violencia machista, que es perturbador. Para evitar que la sociedad en la que vivimos se adentre en esos terrenos desestabilizadores es necesario que, desde la esencia propia de la educación en casa y en los colegios, se asienten los fundamentos básicos de lo que es la convivencia, el respeto, el diálogo... Por eso, es especialmente grave que en un asunto como es, precisamente, la Educación -en mayúscula- hayamos sido incapaces de lograr, durante nuestra reciente democracia, un consenso que la aisle de cualquier intento de manosearla con fines ideológicos, sociales o económicos.

El giro de guion en el sistema educativo valenciano -y quizá también nacional- que nos deja las elecciones debe ser una oportunidad para intentar lo que se antoja imposible: un consenso mínimo en materia educativa que la salvaguarde de cualquier ataque o injerencia ideológica. ¿Es ingenuo pensar que eso es posible? Quizá. ¿Debemos renunciar a pedirlo una vez más? Al contrario. Debemos creer que se va a conseguir. Confiar en que quien vaya a tomar las riendas de los planes educativos en la Comunitat y en España sabrá fajarse en la búsqueda de consensos. Tiene ante sí, de hecho, la posibilidad de ponerse ante la pizarra, borrar todo lo que pueda dar pie a discrepancias y comenzar a negociar una política de mínimos que acabe desembocando en un pacto por la Educación que sea intachable e intocable. Será fundamental hacerlo contando con todos los partidos -que quieran entrar en la política del diálogo- y con quienes están detrás de esa gran red que es la formación de nuestros hijos. Expertos en todos los niveles y escalafones: de Infantil a la Universidad pasando por el Bachillerato y la FP; de profesores de Primaria a directores de instituto o rectores, de centros públicos a concertados y privados... Todos deben estar presentes a la hora de plantearse, con ánimo de llegar a acuerdos: qué hacemos con el modelo lingüístico en el que valenciano, castellano y otras lenguas deberían convivir con normalidad, ajustándose a la realidad de cada territorio y garantizando el aprendizaje de todas ellas; cómo abordamos la libre elección de centro y la baremación del alumnado; cómo activamos un nuevo plan de infraestructuras que dignifique las instalaciones donde estudian nuestros hijos; de qué forma afrontamos una política de máximos en becas a alumnos más desprotegidos, y cómo afrontamos, de verdad, la hoja de ruta de la financiación de las universidades, un plan de salud mental, la digitalización de las aulas...

En los Países Bajos y Suecia, se acaba de abrir el debate del uso de móviles y tablets en los colegios. Lo han hecho con el afán de buscar un equilibrio entre el avance de la digitalización en las aulas y la consolidación de lo más básico, que es saber leer, escribir y contar. Ese proceso abierto en estos países es sólo un ejemplo de lo que ocurre en otras zonas de Europa. Pero es también la demostración de que todo pasa por lograr consensos que eviten que se ultraje la educación de nuestros hijos y que se les garantice una formación ligada a los ejes básicos del saber y a los principios fundamentales que deben reinar en una comunidad: respeto, igualdad, solidaridad... En definitiva, una educación asentada sobre los cimientos de la Democracia. Esa que nos permite seguir firmes sobre el alambre.

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Es domingo, 9 de julio. «Muchas excusas siempre son menos convincentes que una sola excusa». (Aldous Huxley). A veces no lo son ni una, ni muchas.

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