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Ilustración: Iván Mata
Ser político en la era del desencanto
Plaza Redonda

Ser político en la era del desencanto

Llegan los fichajes electorales. Quien da el paso merece respeto y admiración y hay que pedirle integridad, trabajo y ejemplaridad

Jesús Trelis

Valencia

Domingo, 26 de marzo 2023, 01:12

El ex ministro del Interior Antonio Camacho reivindicó el pasado miércoles en Valencia «la buena política». La describió como aquella que se ejerce desde ... la honestidad, la coherencia y el entusiasmo. Lo hizo en el Forum Europa, donde presentó a la consellera Gabriela Bravo. En ese mismo instante, en las Cortes nacionales, se vivían los últimos ramalazos de la delirante, y a la par triste, moción de censura encabezada por Vox, focalizada en el profesor Ramón Tamames y diseñada para más gloria de Pedro Sánchez. La reivindicación de Camacho era, por tanto, muy oportuna. La sensación a pie de calle de que «la buena política» hace aguas es generalizada. Vivimos momentos críticos y, a la vez, rocambolescos en los que se está agrandando cada vez más la brecha que existe entre los partidos y la ciudadanía. Y en los que, además, el aura de desprestigio envuelve con intensidad el ejercicio de la política. No sólo por lo que acontece ahora, sino por lo que venimos lastrando desde casi dos décadas de despropósito, corruptelas e ineficacia de algunos. Males que han acabado ensombreciendo esa política limpia y eficaz que existe y es palpable en muchos ámbitos pero que no llega a tener visibilidad. Porque quienes la degradan lo hacen con tanto ahínco que ocultan a quienes la ejercitan con dignidad, ejemplaridad y hasta propiciando admiración. Tal es así que ya hemos naturalizado escuchar reflexiones, algunas firmadas por nombres célebres, que cuestionan y/o degradan a quienes se dedican a ella. Recordemos a Groucho Marx cuando decía que la política es «el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». O al escritor galo Louis Dumur, menos irónico pero más incisivo, subrayar que estamos ante «el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos».

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