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El arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, intentó hacer del funeral por las víctimas de la DANA un encuentro religioso que reconfortara a los familiares de ... los fallecidos y que fuera un llamamiento a la unidad. Lo intentó, y quizá hubo quien así lo vivió. Pero la coyuntura, mes y medio después, sigue siendo tan tensa y con las heridas tan profundas que lo que ha quedado de la ceremonia son los lógicos brotes de indignación y dolor entre los afectados. Una situación tan delicada que nos obliga a todos a ser activos a la hora de serenar e intentar aliviar esos sentimientos de rabia y desafección, para que el sufrimiento no se cronifique. Lo cual no quita -debemos insistir- que las responsabilidades políticas lleguen en su momento, aunque sea por vía judicial. El arzobispo, con ánimo constructivo, pidió que las diferencias «no se conviertan en divisiones». Todos debemos contribuir a ello. La clase política, también. En especial, quienes están tentados con hacer carnaza de la tragedia. La crispación sólo traerá más dolor a las víctimas. Y eso, también es detestable. De un sorbo y sin azucarillo.
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