Borrar
Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero
Diario de un paseante

Hay otros mundos

Jorge Alacid

Valencia

Miércoles, 11 de diciembre 2024, 23:11

Anoche soñé que volvía a Algirós y una mujer de edad avanzada (es decir, más avanzada que la mía: un milagro de la genética) me ... saca a bailar un tango. Yo me resisto pero ella insiste: 'Vamos, sólo el aeiou'. Pronuncia la última palabra con acento argentino y como me nota desconcertado, incapaz de entenderla, vuelve a dar la matraca: 'Sólo el aeiou'. Salgo entonces huyendo de ese angosto espacio adonde me han dirigido mis pies, un poco por azar, y por fin despierto de la pesadilla, que sin embargo es real. Ocurrió una mañana de sábado por Algirós, hacia donde me llevaron las pesquisas de un reportaje pendiente de publicarse. Me acompañan dos amigos tan alucinados como yo, mientras ingresamos en la planta baja de la asociación cultural del barrio, regentada por un camarero uruguayo llamado Aldo con pinta de llevar bastante mili a cuestas, uno de esos profesiones del oficio por quienes siento devoción. Hablador pero no parlanchín. Un héroe de Dickens, un improvisado Mr. Pickwick que informa a nuestra alucinada mirada de que la banda sonora (donde detecto uno de mis tangos favoritos, 'Niebla del riachuelo') sirve de hilo musical para estas veladas matinales del sábado, previo paso por la aduana en forma de precaria mesita donde otro caballero expide los tiques y comparte conmigo su propia inutilidad como danzante. Nos encogemos de hombros a la vez pero la pesadilla continúa: la mujer que me quería sacar a bailar también se ha encogido de hombros y tomado por el brazo a otro galán que calentaba por la banda, al lado de dos parejas que consumen su almuerzo como si llevaran allí desde hace un par de glaciaciones. Como si vivieran dentro de su propio sueño. El mío acaba bien: salimos por fin a la calle, donde nos recibe un agradable sol de otoño. Uno de mis acompañantes suspira como yo y mirando hacia dentro del local me regala la frase que titula estas líneas. «Hay otros mundos», sonríe. Y le doy la razón: hay otros mundos, pero todos están en Valencia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Hay otros mundos