Borrar
Urgente Aemet anuncia el inminente regreso de las lluvias a la Comunitat, que persistirán durante varios días
No es una época de cambios, es un cambio de época (I)

No es una época de cambios, es un cambio de época (I)

JORGE CARDONA, CATEDRÁTICO DE DERECHO INTERNACIONAL DE LA UNIVERSITAT DE VALENCIA

Martes, 20 de agosto 2024, 23:29

La frase del título es del Papa Francisco y, en mi opinión, describe lo que estamos viviendo. Pero nos deja una importante incógnita: ¿cómo va a ser esta nueva época histórica en la que nos estamos introduciendo?

Un modo de intentar averiguarlo es analizar tendencias que se producen a nuestro alrededor para intentar delimitar hacia dónde vamos. Aunque las tendencias a analizar pueden ser muchas, yo quiero centrarme en este artículo en tres que me parecen de especial importancia: el auge del egoísmo que tergiversa la democracia; el populismo frente a la reflexión; y la polarización. Tres tendencias que, pienso, están íntimamente relacionadas.

En los debates sociales y políticos vemos cada vez más una tendencia hacia posiciones descaradamente egoístas: las regiones más ricas quieren recibir más recursos porque aportan más, los que más ganan quieren pagar menos impuestos para disponer más libremente de sus recursos, los que han nacido aquí quieren que no venga nadie de fuera aunque su situación sea terrible... Tal vez uno de los reflejos más llamativos de esta tendencia son las campañas electorales: en ellas, los partidos anuncian cosas para que el votante que piensa egoístamente les vote a fin de tener un beneficio individual. Un ejemplo especialmente llamativo fue el anuncio de Rodríguez Zapatero en la campaña de 2008 de devolver, si ganaba, 400 euros a todos los contribuyentes, lo que supuso detraer más de cinco mil millones de euros a las arcas públicas para fines generales, a pesar de estar en medio de la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión.

Pero esta tendencia tergiversa el concepto de democracia. La democracia no es el gobierno elegido por una mayoría pensando egoístamente cada uno de ellos, sino el gobierno elegido por una mayoría pensando en el interés general. Si pensando en el interés general de la sociedad una mayoría de votantes considera una determinada opción política como la mejor, es esa opción la que debe gobernar legítimamente. Pero si los integrantes de esa mayoría están pensando en sus intereses particulares y egoístas, estamos ante una dictadura de la mayoría que impone su egoísmo e intereses a la minoría, aunque eso sea malo para el conjunto de la sociedad.

El segundo elemento clave, en mi opinión, es el auge del populismo. El populismo se caracteriza por su combativo simplismo: propone soluciones simples a problemas complicados, agitando a la población en respuesta a las frustraciones con la actual organización social, económica y política. El populismo es antisistema por definición: para el populismo, las instituciones están siempre corrompidas y deben cambiarse, utilizando argumentos emocionales. Los populistas de derechas o de izquierdas, si es que estos conceptos aún perduran, se arrogan la autoridad moral y pretenden ser los únicos que actúan en nombre del pueblo. Esta superioridad les permite desmantelar el sistema jurídico y político. El régimen populista reforma y distorsiona las instituciones a su antojo, elimina los controles y equilibrios del Estado, modifica sus leyes fundamentales, ignora a la oposición política, acosa a los medios de comunicación y persigue a los jueces díscolos. Los populistas apelan a la legitimidad de la mayoría (con las concepciones egoístas que antes citaba). Los poderes compensatorios del Estado socavarían la decisión de la mayoría, por lo que también se supone que los poderes compensatorios van en contra de la voluntad del pueblo justo. Todas sus acciones estarían justificadas por su supuesta autoridad moral.

Auspiciados por la frustración de las personas cuyo bienestar y nivel de vida se ven amenazados por la globalización, las políticas de austeridad y la creciente desigualdad, en los últimos 20 años hemos visto llegar al poder a los gobiernos populistas de Hugo Chávez y Maduro en Venezuela; Donald Trump en Estados Unidos; Jair Bolsonaro en Brasil; Evo Morales en Bolivia; Javier Milei en Argentina; Nayib Bukele en El Salvador; Alexis Tsipras en Grecia; Viktor Orban en Hungría; Giorgia Meloni en Italia; Recep Tayyip Erdogan en Turquía; Duterte en Filipinas; Thaksin Shinawatra en Tailandia; Roh Moo-Hyun en Corea del Sur; o el gobierno de coalición en Austria entre el FPÖ y el OVP. Hemos visto la creciente influencia de los partidos populistas de derecha e izquierda en Francia, Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, España y otros países.

Finalmente, los dos elementos anteriores terminan produciendo una sociedad polarizada. No hay posibilidad de diálogo entre posiciones antagónicas, ambas populistas, ambas egoístas. Todo lo que hace el contrario está mal y las consecuencias negativas de las acciones del gobierno traen causa del bloqueo de la oposición. Si no estás conmigo, estás contra mí.

¿Es así inexorablemente la época histórica en la que nos estamos introduciendo? Es una alternativa. Pero no es la única. En la segunda parte de este artículo intentaré razonar sobre si es posible cambiar la situación.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias No es una época de cambios, es un cambio de época (I)