Vida y esperanza
JOSÉ RUTILIO DOMINGO MONFORTE, ABOGADO. DOMINGO MONFORTE ABOGADOS ASOCIADOS
Jueves, 29 de agosto 2024, 23:20
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JOSÉ RUTILIO DOMINGO MONFORTE, ABOGADO. DOMINGO MONFORTE ABOGADOS ASOCIADOS
Jueves, 29 de agosto 2024, 23:20
En Lisboa, el 13 de abril de 2023, el filósofo alemán Byung-Chull Han, con motivo del 50 aniversario de la Facultad de Ciencias Humanas ... de la Universidad Católica Portuguesa, impartió una conferencia «sobre la esperanza». La elevó a la trascendencia de la virtud de saber esperar lo que aún no ha nacido. Citó a San Pablo en la Carta a los Romanos en su sabiduría de la apertura hacia lo nuevo: «Cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más. ¿Acaso se puede esperar lo que se ve?». Siguió con Gabriel Marcel, el filósofo existencialista cristiano de la esperanza, que encuentra en ella el sentido de la vida dando crédito a la realidad, en contraposición a su antagonista Albert Camus que la trata como una trampa vital, olvidándose de la dimensión activa, que nos incita a actuar y nos mueve hacia lo nuevo, que es la fuerza estimuladora de la vida frente a la mera supervivencia.
Por muy profundas que aparentemente se presenten las reflexiones sobre la esperanza, la realidad del mundo que vivimos las hace más llanas, claras y sencillas, pues las condiciones de permanente conflicto entre iguales, los frentes bélicos y sus riesgos extensivos, las apocalípticas visiones del cambio climático, etc. son precisamente las que nos deben hacer mantener un pensamiento esperanzado en un mundo y una vida mejor que, necesariamente, reclama y exige acción. Con razón decía Gabriel Marcel que la esperanza es un impulso, un salto. Un rebaño en su cercado no tiene capacidad de impulso ni de salto.
La acción solo puede venir apartándonos del miedo que gobierna el rebaño y, volviendo la mirada hacia lo importante, hacia el otro, la relación con el otro se atrofia desde la inanidad de las nuevas tecnologías, la hiperdigitalización, con la que nos inundan e invaden en la sumisión de su gobierno adictivo nos hacen perder el sentido de la libertad, precisamente haciéndonos creer libres y poderosos. Quizá hoy más que nunca se hace necesario volver al pensamiento crítico que aporta el estudio de las Humanidades, que concentran el interés en conocer a los seres humanos y esa debería ser la base para resolver conflictos, desde la compresión al otro, a otras culturas y religiones y ese es el gran valor de las Humanidades para la sociedad, aunque siguen desgraciadamente viéndose como improductivas o como un lujo.
Las Humanidades son las que hacen que nos cuestionemos las fuerzas que nos gobiernan, la economía de mercado y sus tecnologías que pautan las conductas, las legitimaciones de democracias hechas a medida de intereses ajenos al bien común, los poderes cuando se sustentan en el miedo, en miedos difusos y esto es, o debería ser, la demanda de la sociedad, de una sociedad educada en el pensamiento, que se enfrente en valores a la obediencia ciega, a mantenerse en el rebaño, cambiando esperanza por una suerte de optimismo, que nada tiene que ver con el sentido de la esperanza que trasciende y se eleva por encima de la actitud optimista. Son, en definitiva, las Humanidades el antídoto contra las servidumbres de la tardomoderneidad que vivimos y que tienen capacidad, desde esa libertad ausente de miedo, de enfrentarse a la tiranía finalista y mercantilista de acumular poder y riqueza, sin cuestionarse a dónde nos arroja dicho proceder. No se trata de que de ello saque provecho una élite intelectual con una moral por encima del bien y del mal; contrariamente, el humanismo no está en el contenido de los saberes sino en el modo de acercarnos a ellos e integrarlos en nuestra vida para construir con ellos una sociedad de personas libres.
Continúo con la cita de la conferencia en la que Han reserva un espacio a la lectura de Václav Havel, quien pasó largo tiempo en la cárcel por defender los derechos humanos frente al régimen comunista. Escritor y filósofo que se convirtió en presidente de Checoslovaquia tras la caída del Bloque del Este y que desde el aislamiento y la desesperación durante su etapa en la cárcel escribió: «(...) La esperanza en este sentido profundo y poderoso, no es lo mismo que la satisfacción por que vayan bien las cosas (...) sino más bien la capacidad de trabajar por algo porque es bueno y no porque tengamos un éxito garantizado. Cuanto más desfavorable sea la situación en la que pongamos a prueba nuestra esperanza, más profunda será la esperanza. Por eso creo que la esperanza más profunda e importante, la única que nos mantiene a flote a pesar de todo, es capaz de inspirar buenas acciones y constituye la única fuente verdadera de grandeza del espíritu humano. Y, por encima de todo, esta esperanza es lo que también nos da fuerzas para vivir y volver a intentar algo una y otra vez...»
Para Vàclav Havel, la esperanza es un estado del espíritu, una «dimensión del alma» y al ser «una orientación del corazón», una «orientación del espíritu» nos marca el camino. De la caja de Pandora en que bullían los males de la humanidad, los griegos hicieron salir en último lugar la esperanza que, lejos de ser un terrible mal, es lo último, lo que nunca se debe perder. Y acabo aquí con la juiciosa frase de Julio Cortazar: «La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose».
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