Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez, apareció esta semana en un mitin del PSOE en Benalmádena al que también acudió el líder socialista. Ella no intervino, pero sí su marido que defendió la inocencia y la honorabilidad de su mujer justo después de haber ... sido imputada. De paso, aprovechó para pedir el voto para su partido y contra la derecha, la ultraderecha, los pseudomedios y todos los jueces que se empeñan en atacarle. Sánchez ha utilizado alguna vez el término 'fachosfera' para referirse a todos ese conjunto de ámbitos que, según él, conforman la 'máquina del fango'. Pseudomedios, fachosfera, máquina del fango... la campaña del PSOE para estas elecciones europeas ha ampliado la terminología política a cotas hasta ahora desconocidas. Lo que no ha cambiado es el intento del líder del PSOE de convertir un procedimiento judicial, abierto en este caso a su mujer, en un elemento más para recabar apoyos. «La imputan porque es mi mujer», se le ha escuchado en alguna ocasión. No puede haber axioma más falso que ese. Y es la fiscalía europea la que, al solicitar información sobre el caso, se ha encargado de echar por tierra esa conclusión. Si a Begoña Gómez se le investiga es por delitos muy concretos que podría haber cometido, tráfico de influencias, prevaricación y malversación, en este caso. Las sucesivas cartas de Sánchez no han sido más que un intento de, primero, presionar a la Justicia, y segundo, pedir el voto en las europeas. No hay nada épico en ninguna de ellas. Pura estrategia política. La polarización del debate político puede contribuir a un resultado igualado este domingo, como vaticinan algunas encuestas. Pero la causa personal en la que Sánchez ha convertido el caso de su mujer debería de hacer reflexionar a los votantes socialistas. Nunca antes el PSOE ha perdido tanto su esencia como partido político para convertirse en mero instrumento utilizado por el líder a su antojo. Sánchez, reconvertido en César, que hace y deshace -que le pregunten al PSPV-, que no tolera la menor discrepancia -que le pregunten a Javier Lambán- que no contempla más estrategia que la suya propia -que se lo digan a Salvador Illa-. Y que ahora trata de taponar la herida de la imputación de su mujer con tinta de calamar, con fachosfera, pseudomedios y máquina del fango. Después de aprobar la Ley de Amnistía que le permite, por ahora, seguir disfrutando de mayoría parlamentaria en el Congreso, Sánchez avanza en ese camino de deterioro de las instituciones, de rendición del Estado a costa de mantener la mayoría parlamentaria, de sembrar de dudas la imparcialidad del poder judicial porque eso es, exactamente, lo que le conviene ahora. A Sánchez, es verdad, sólo le salva el tradicional patinazo de Feijóo en cada campaña electoral -en esta ocasión fue el de no cerrar la puerta a un pacto con Junts- y la proverbial capacidad de Santiago Abascal para movilizar al votante de izquierdas con soflamas que no necesita hacer. El enamoradísimo Pedro Sánchez, el mismo que ha pedido el voto porque un juez ha citado a declarar como imputada a su mujer, el que no tiene empacho en desatender todas y cada una de las demandas que se le plantean desde la Comunitat Valenciana, ha dejado de ser ese líder «alto y guapo, que sabe idiomas y con el que se podía ir a cualquier lado», que decían sus seguidores más entusiastas. Ahora sólo trata de salvar un combate electoral más, nadie duda de que no convocará elecciones anticipadas si piensa que no va a mantener el poder y sigue contribuyendo a que la imagen del PSOE como partido nacional con un proyecto de Estado se agriete a la carrera.

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