Decisiones que no se anuncian

Una de las primeras lecciones que aprendí en esto de escribir de las cosas de los políticos es que hay decisiones que no se anuncian, que no hace falta anticipar. Hay decisiones que se toman, o que no se toman. Y que cuando se anuncian ... es porque se busca conseguir algún efecto. Quién me explicó aquello fue Gloria Marcos, por aquel entonces una de las portavoces adjuntas de EUPV. «Uno no anuncia una moción de censura o una dimisión. La presenta», me vino a explicar entonces. Si lo que hace es anunciarlo... Pedro Sánchez se encuentra en pleno periodo de reflexión, salvo que algún medio afín haya adelantado esta misma mañana el sentido de su decisión, en relación con si abandona o no el cargo. Al líder del PSOE se le ha visto, como dice él, cambiar tantas veces de criterio, que resulta difícil saber si es verdad que está pasando por una situación personal límite a la vista de las diligencias abiertas por un juzgado a su mujer, o si, por el contrario, está utilizando sus dotes de Maquiavelo para concitar toda la atención sobre su persona para presentarse como una suerte de «o yo o el caos». La movilización ¿espontánea? de militantes socialistas este sábado en Madrid recuerda otras adhesiones inquebrantables de épocas pasadas que mejor no recordar. El culto al César como forma de conducirse en política dota de poder absoluto al líder, pero prepara a la organización para una travesía del desierto una vez que éste deje paso, o le obliguen a dejarlo. Desde que anunció su proceso de reflexión -vaya suerte, poder concederse cinco días para pensar en sus cosas-, las teorías que han circulado sobre las razones que han llevado a Sánchez son de lo más variopintas. Incluso se vincula la decisión con la reapertura del caso Pegasus -ese programa espía israelí- y el acceso al móvil del presidente del Gobierno... Sea o no ese el motivo, ni quienes han trabajado codo con codo con el líder del PSOE se atreven con un pronóstico sobre la decisión. Justo lo contrario de lo que sostienen sus adversarios políticos, que no se creen ni por asomo el sentimiento de aflicción expresado en su carta por Sánchez.