Cualquier aficionado al mundo del fútbol sabe que el mercado de invierno es ese periodo de tiempo en el que los clubes de fútbol, especialmente los que llevan una mala temporada, pueden fichar a otros jugadores para reforzarse y tratar de enderezar su rumbo. Otra ... cosa, claro está, es que los refuerzos salgan bien o no. La gestión de la dana por parte del Gobierno valenciano ha servido para dejar claras algunas cosas que el propio president de la Generalitat ha acabado reconociendo. La salida de Salomé Pradas y de Nuria Montes del Consell contribuyó a hacer evidente que aquello del Gobierno de los mejores que se pregonó en su día quedaba lejos de ser realidad. No se trata de recrearse con los errores de una y otra, ni en las actitudes escasamente leales de otros tantos supuestos compañeros de partido, pero parece evidente que no se actuó con la diligencia que se debía, más allá de la falta de información aportada desde los organismos competentes y del oportunismo detectado en la actitud del Gobierno central para desgastar al Ejecutivo valenciano.
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Pero todo eso, como la actitud de muchos alcaldes para hacer como si nada tuviera que ver con ellos, es lo obvio. Si el 29 de octubre quedó demostrado algo son las carencias del área de Presidencia de la Generalitat. Un Gobierno que maneja un presupuesto de 30.000 millones de euros, que tiene bajo su mando una legión de funcionarios públicos, con un notable desarrollo competencial, no puede sostener toda esa estructura sobre un pequeñísimo núcleo duro formado por los más estrechos colaboradores del jefe del Consell. Ya no se trata, que también, de la respuesta a una situación de crisis como la generada el pasado 29 de octubre. La capacidad de maniobra del Gobierno valenciano debería de estar anclada en un equipo más numeroso, más compacto y más implicado que el que forman los tres secretarios autonómicos de Presidencia y sus colaboradores más cercanos. La estrategia política puede marcarse en congresos, en reuniones de la dirección del partido o en un despacho del Palau. Pero de lo que se trata es de componer un equipo más dotado y más preparado para hacer frente a un escenario político como el que se viene encima. Hubiera hecho falta el 29 de octubre que Presidencia de la Generalitat contara con más recursos humanos para adoptar con la máxima inmediatez las decisiones que se consideraran oportunas. Y va a seguir haciendo falta ahora que se viene encima el acoso por parte del Ejecutivo central para identificar al presidente de la Generalitat como el único responsable. ¡Como si él no hubiera podido enviar al Ejército a l'Horta Sud el mismo día 30 de octubre! ¡Como si no se le viera a la legua la única intención de sacar rédito político en lugar de volcarse con los afectados!
Mazón empezó su mandato al frente de la Generalitat anunciando que quitaría grasa de la administración autonómica. Y quitar la grasa, es verdad, es muy saludable. Pero lo que no cabe es confundir ese concepto con el de debilitarse. La sala de máquinas de la Generalitat cuenta con profesionales más que preparados entre los colaboradores del president. Pero que se pueden contar con los dedos de una mano, y poco más. El 29 de octubre faltó agilidad para ofrecer la respuesta inmediata que habría sido necesaria. Y aunque el relato que se está ofreciendo está empezando a equilibrar responsabilidades, que trascienden con mucho al ámbito autonómico, el planteamiento que debe de hacerse es el de buscar la fórmula, y las personas, que contibuyan con gestión y con estrategia a evitar situaciones como la ocurrida.
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