Las crisis de los Gobiernos suelen ser cosa de sus presidentes. Salvo en el caso de las dimisiones -un recuerdo siempre para el añorado Antoni Asunción-, lo habitual es que quien forma parte de un Ejecutivo quiera seguir en el cargo el mayor tiempo posible, ... porque lo habitual, después de haber pisado moqueta, es que lo siguiente sea dejar de hacerlo. A Mazón le han obligado a hacer una crisis de Gobierno desde fuera porque Santiago Abascal ha hecho números y ha concluido que el camino que llevaba le conducía a la intrascendencia política. De manera que lo que ha hecho es... declarar a su partido intrascendente en cinco CCAA. El líder de Vox ha querido salvar su proyecto político, porque debe de haber concluido que ese tipejo que responde al nombre de Alvise Pérez puede suponer un peligro real para su bolsa de votantes. Si hubiera preguntado a alguien -cosa que uno diría que Abascal practica poco- igual le habrían dicho que perder según qué votantes podría ser hasta positivo. El caso es que Vox ya no está en el Consell, y que Mazón resolvió a velocidad supersónica un agujero en el 30% de su Gobierno -tres bajas sobre 10 miembros-.
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Algunas voces, por cierto, se han hecho eco en las últimas horas del creciente peso de Castellón en el nuevo Consell, con hasta cuatro consellers nacidos en esa provincia. De la misma manera que se ha anotado, eso ya se hizo hace bastante más tiempo, que en el actual PPCV el peso fundamental lo lleva la provincia de Alicante. Y que Mazón y Juanfran Pérez Llorca certifican ese análisis. El PPCV gusta de vez en cuando de mirarse el ombligo. En particular, el equilibrio entre Alicante y Valencia. Algún excargo del PP en Valencia lo ha reconocido en privado en las últimas horas. «Valencia no está en este Consell», se ha venido a deslizar. Como si de dos partidos distintos se tratara, el PP de Valencia mira al de Alicante con recelo, como si un Gobierno con mayor o menor presencia de nacidos en esta provincia diera sello de calidad. Como si las batallitas entre zaplanistas y campistas de hace veinte años hubieran traído algo bueno. Un tal Mazón, por ejemplo, fue obligado a pasarse una década en el congelador, léase la Cámara de Alicante, porque algún 'compañero' de partido -otro recuerdo para Giulio Andreotti- decidió que no tenía la necesaria pureza de sangre. Ese Mazón es el mismo al que Pablo Casado y Teo García Egea eligieron para que el PPCV recuperara la presidencia de la Generalitat. Y a la vista de que lo logró habrá que concluir que la decisión no fue mala. Y es el mismo que hizo ticket electoral con María José Catalá, hoy alcaldesa de Valencia, para ganar las municipales y las autonómicas de una misma tacada. También es, y aquí acabo, el que lleva encadenando victorias electorales en la Comunitat desde que llegó a la presidencia del partido -exactamente cuatro. De modo que pequeñas disquisiciones respecto al lugar de nacimiento de este o de aquel cargo no parecen demasiado trascendentes. De Valencia era Rita Barberá, quizá la mayor máquina electoral que ha tenido el PP en su historia. Y su hoja de servicios puede y debe de ser reivindicada por todo el partido, y no sólo por el del cap i casal. Y de Alicante es Mazón, que consiguió recuperar la Generalitat después de ocho años de Gobierno de izquierdas. Y también Pérez Llorca, del que nadie duda que tuvo un papel fundamental a la hora de conseguir que Vicent Mompó se convirtiera en el presidente de la Diputación de Valencia gracias a la abstención de Ens Uneix. Felipe González aprendió en un viaje a China aquello de 'gato blanco o gato negro, da igual lo importante es que cace ratones'. Pues eso.
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