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Los presupuestos de la Generalitat para 2025 se aprobarán a finales del mes de mayo, o principios del de junio. Pero se aprobarán (salvo sorpresa ... de última hora). Mazón ha logrado cerrar un acuerdo con Vox que le permite coser parte del boquete que mantiene abierto en su credibilidad desde el 29 de octubre. Tener presupuestos a no tenerlos puede parece un escenario similar, pero no lo es. Ni de lejos. Sánchez lleva prorrogando los suyos desde 2023 -no pudo aprobar los de 2024 y parece que ya ha renunciado a presentar los de 2025- por la única razón fundamental por la que un gobernante se ve obligado a prorrogar sus cuentas: no disponer de mayoría parlamentaria para poder hacerlo. Sánchez no puede, y en cambio Mazón ha encontrado la fórmula de conseguirlo. El voto de Vox ha sido, desde el principio, la única posibilidad de poder aprobar estos presupuestos. El PSPV de Diana Morant jugueteó con la opción de llegar a apoyarlos tras la dana, pero pronto concluyó que le resultaba políticamente más rentable jugar al desgaste del president de la Generalitat que ofrecer imagen de posición institucional que pudiera ser aprovechada por Compromís. Política de altura, lo llaman. Y los nacionalistas jamás votarían un presupuesto del PP, ni que recogiera todas y cada una de sus exigencias. Vade retro.
Así que tenía que ser Vox, como lo fue el año pasado. El partido de Santiago Abascal pone sus condiciones, claro. Como las pondría cualquiera. Y a este PPCV, y a su consellera de Hacienda, le pueden hacer más o menos gracia, pero las tendrá que asumir. Porque Mazón necesita una buena noticia que ofrecer, un empujón que reconduzca una nave que falló en el momento menos oportuno. Tener presupuestos es mucho mejor que no tenerlos, aunque tampoco eso resulte una panacea. Habrá que ver, en todo caso, cómo crece la presión cuando llegue el momento definitivo de aprobar las cuentas autonómicas -igual coincide con el segundo aniversario de la victoria en las autonómicas del 2023-, porque parece probable que ninguna otra CCAA celebre en ese preciso momento del año su debate presupuestario, y los medios de comunicación vienen cebándose desde hace cinco meses con cada una de las decisiones que se adoptan desde la Generalitat, sean para bien o para mal. Mazón depende de Vox -si el partido de Abascal acabara votando en contra, la situación del presidente valenciano resultaría insostenible- de forma similar, y salvando todas las distancias, a cómo Sánchez depende de Puigdemont. Las cesiones del presidente del Gobierno al independentismo catalanista, con la quita de la deuda, con la singularidad en la financiación, con las Cercanías, con la amnistía o con las competencias en inmigración, resultan infinitamente más graves, en términos de ruptura de la arquitectura institucional del Estado, que algunas de las planteadas por el partido de Abascal. Y ni con ellas parece que el presidente del Gobierno vaya a sacar adelante las cuentas de 2025. Sánchez ha mandado a su vicepresidenta Montero a Andalucía, no se sabe si para intentar recuperar terreno en una CCAA electoralmente clave o para quitársela de encima por haberse posicionado demasiado pronto como su relevo, tiene a su mujer y a su hermano bajo el foco judicial, y a quienes fueron sus principales colaboradores señalados por la UCO -confundir pesos colombianos con euros es de traca-. Y sin embargo, algún portavoz parlamentario valenciano se cree que con poner 'El Ventorro' en cada declaración que hace ya tiene suficiente. Nivelazo.
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