¿Qué sabe Ábalos?

El líder del PSOE ha marcado distancias con el que fuera su número dos. Sánchez, dicen, se siente engañado. Lo que sea para intentar que no le salpique el asunto. Estrategia de manual, a la vista de las dificultades que se vienen. Menos mal que está el PP y sus incomprensibles patinazos (votar la liberación de etarras) para consolarle. Ábalos, ya lo saben, es valenciano. Ocupó el número dos de la lista del PSOE por Valencia en las últimas elecciones generales. Justo detrás de Diana Morant. La ministra, igual que Sánchez (oh, sorpresa) ha dicho exactamente lo mismo que su presidente y todos los ministros sobre este caso. Tampoco cabría esperar más. Ábalos ha sido protagonista de buena parte de la historia del socialismo valenciano de los últimos cuarenta años, y además, pieza clave desde que contribuyó de forma decisiva para que Pedro Sánchez regresara a la secretaría general del PSOE tras aquel comité federal del 1 de octubre de 2016. Ha sido secretario federal de Organización del PSOE -como en su día lo fueron otros valencianos como Ciprià Ciscar o Leire Pajín-, aunque su estrecha vinculación con el líder del partido recordaba más a González y Guerra. Secretarios de Organización del PSOE han sido también José Blanco, Carmen García Bloise, César Luena, Óscar López o Marcelino Iglesias. El cargo de secretario de Organización en el PSOE tiene una simbología propia. El responsable del aparato lo llaman también. Durante mucho tiempo en el PSOE se sostuvo la idea de que un responsable de Organización nunca podía ocupar después la secretaría general, porque como responsable de la fontanería del partido, el cargo venía acompañado de decisiones y del manejo de información que era mejor que no se vinculara al líder del partido. Abalos ha sido secretario de Organización y al mismo tiempo ministro del Gobierno, circunstancia que en su momento le convirtió en el hombre fuerte del partido, después de Sánchez, claro está. No se recuerdan casos, además del suyo, en que se compatibilizaran ambas funciones. Dirigir la organización socialista y al mismo tiempo el ministerio más inversor del Gobierno. Durante esos tres años, Ábalos estuvo en el centro de las principales decisiones políticas del Gobierno y del PSOE. El que ha sido su partido durante 43 años ahora lo desprecia y lo considera un apestado. Al menos de puertas afuera. Y Ábalos, por ahora, se centra en su defensa, que no es poco. ¿Lo va a hacer permanentemente? En las filas socialistas se extiende el temor a que llegue el momento en que el veterano exdirigente socialista decida mover ficha. Por ahora, el diputado Ábalos se ha limitado a votar en alguna ocasión de forma distinta al grupo parlamentario del PSOE. Quizá en este momento piense que la actual dirección de su partido ha decidido romper de forma definitiva con él. Es posible que llegue a plantearse incluso si vale la pena seguir callado, si es mejor no echar mano de los mensajes de whatsapp, de las conversaciones privadas con el presidente, de los favores y de las gestiones que un secretario de Organización tenía que hacer, precisamente, para que no salpicaran al secretario general. Quizá ha llegado el momento.