Todo el mundo que puede trabaja para llevarse un jornal a casa, claro está. Excepción hecha de los listillos, que los hay, que se dedican a llenarse los bolsillos con el esfuerzo de los demás, o gracias a las mordidas, la norma general dice que ... la inmensa mayoría trabaja para poder disponer de un salario. Si es escaso, pues para tratar de sobrevivir como se pueda. Si es más holgado, para permitirse algún capricho de vez en cuando. Unos pocos, además, trabajan y cobran una millonada por ello. En muchos casos, quizá la mayoría, sueldos elevados porque también es elevada la responsabilidad que asumen. Hay profesionales que se merecen todo lo que perciben y más, bien porque ponemos nuestra salud en sus manos, bien porque se ocupan de nuestra seguridad, bien porque dirigen grandes negocios construidos en ocasiones a base de poner en juego patrimonio personal y no poca cantidad de intuición comercial. Incluso hay sueldos elevados para quienes se encargan de tomar grandes decisiones estratégicas, de las que depende quizá un país o incluso estructuras políticas aún mayores.
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Y luego hay otro tipo de sueldos, objetivamente elevados, y que en ocasiones caen en manos de quien quizá no se ha hecho acreedor de los mismos. Si se trata de la empresa privada, cada uno es muy libre de abonar los honorarios que estime oportunos. Cuando se trata de sueldos de los políticos, la cosa cambia. El eterno debate respecto a lo mal pagada que está la clase política en España, y que deriva con frecuencia en las dificultades que puede encontrar un Gobierno regional para encontrar profesionales de prestigio a los que incorporar a la administración, tendría más eco en la sociedad si no quedara tanto por hacer en lo que a la mejora media de los salarios se refiere.
El tema de los sueldos es uno de los que subyace detrás de las listas para el Parlamento Europeo. Es verdad, la nómina que paga la Eurocámara -no menos de 10.000 euros brutos mensuales- no es pequeña que digamos. Claro, se me podrá decir que los partidos son libres de elegir a quien consideren para ocupar un puesto en la lista europea. Incluso que cualquier militante podría ser el elegido -bueno, eso igual no, porque es una mentira como la copa de un pino-. Al lío. La portavoz del PSPV en el Ayuntamiento de Valencia, Sandra Gómez, ha mostrado su disposición a ser elegida por su partido para formar parte de la candidatura para los comicios del 9-J. Muchos interpretan que Gómez, que no tiene un pelo de tonta, mueve ficha porque sabe que tiene asegurado el puesto de salida. La decisión final le corresponde a Pedro Sánchez, por más que la líder del PSPV, Diana Morant, pueda explicar o no que la salida de Gómez despeja el futuro del partido en la ciudad de Valencia, enclave determinante para aspirar a recuperar la Generalitat en 2027. Si Gómez es elegida eurodiputada, siempre por decisión de Sánchez, pues podrá disfrutar de un buen sueldo -además de defender (qué duda cabe) los intereses de Valencia en Europa-.
Otro que dispone de un gran sueldo gracias a Sánchez -seguro que me han visto venir- es Ximo Puig. Vale que París, además de valer una misa, debe de ser una ciudad carísima. Y que quizá el sueldo no va acompañado (es especulación) de las correspondientes dietas. Pero el expresident de la Generalitat ha logrado una jubilación dorada, nunca mejor dicho, con su cargo de embajador en la OCDE. Así que Sánchez, a la vista está, paga muy bien. Otra cosa es, a la vista de las decisiones que toma, si no se muestra en exceso agradecido con quienes, en ocasiones, igual no han hecho los méritos necesarios.
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