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Me estoy leyendo a Yasunari Kawabata y no sé por qué. No sé si es que padezco cierto hartazgo de la cultura más accesible actual. ... Intuyo que he leído demasiadas veces el mismo libro, mejor o peor escrito, sobre una tierra mítica y sus shakesperianas intrigas y batallas. Imagino que he visto demasiadas veces el mismo documental sobre aquel tema tan sensible para la sociedad actual con declaraciones en penumbra en el que se cuenta determinado horror que se ha olvidado y se incide en lo necesario que es poner el foco en ese tema por encima de los otros temas que tienen también, por supuesto, su documental reclamando lo mismo para ellos.

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Me da que ya he visto cien mil veces esa película que, de manera ciertamente naturalista, lleva a un entorno diferente jamás antes visto, una mirada implacable a aquel asunto que, sin duda, banalizamos en nuestro día a día ocupados como estamos en esa decadencia de consumo y ansia de relevancia social en la que estamos tan metidos, tan ciegos, que somos incapaces de ver más allá de las orejeras de borrico que esta sociedad del odio y la presión nos tiene manipulados para ser robots.

El caso es que ese hartazgo me ha ido llevando cada vez más lejos de la cultura occidental. Tan uniforme, tan igual, tan globalizada que todo sabe a café de franquicia. Empecé con Sudamérica, viendo series y películas mexicanas y argentinas, quizá para paliar el salto, para usar el colchón lingüístico. Descubrí ahí maravillas como 'El ciudadano Ilustre', enorme película argentina, o a Roberto Bolaños, un hueco que tenía en mis lecturas que, una vez que le he conocido, he reconocido como un verdadero agujero negro en mi formación.

El paso siguiente fue viajar a Asia. Empecé con series japonesas tipo 'Alice in Borderland', películas coreanas como 'La Doncella' o la mítica 'Old Boy' y cine chino de Zhimou, Ann Hui o Lou Ye. Todo me llevaba lejos de los caminos mil veces transitados y todo, sin saberlo yo, me llevaba a los libros de Kawabata. Empecé con 'Lo bello y lo triste' porque el título me llamó y porque ya sabía que no me iba a encontrar con la típica reflexión vacua de coach sentimental aficionado que mana de la mentalidad simplista de aquí. No lo era.

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Pero lo que me mueve a escribir este artículo es descubrir su libro 'La casa de las bellas durmientes'. La historia, así empieza, de un hombre viejo que paga por dormir con mujeres jóvenes narcotizadas. Y, cuando digo dormir, es lo que digo. Las muchachas siguen siendo vírgenes la mañana siguiente. Porque no va de eso, va de sentir un cuerpo joven respirando a tu lado cuando duermes. Prueben a leerlo y sepan por qué cada vez estoy más lejos de mi cultura y, lo mismo, de mí.

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