
125 años del primer tranvía eléctrico
Algunas de las líneas tranviarias de nuestro entorno habían trocado el caballo por la humeante locomotora
JUAN LUIS LLOP
Sábado, 22 de marzo 2025, 00:00
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JUAN LUIS LLOP
Sábado, 22 de marzo 2025, 00:00
Año redondo es este 2025, pero uno lo fue por excelencia: el 1900. Verdadero año triunfal para una Valencia que entraba en la modernidad, y ... que contó desde aquel 24 de marzo con su primer tranvía eléctrico. El que sustituía a otro conocido como el Ravachol, el de vapor. Y en la línea del Grao y Cabañal.
Un decidido avance para unir ciudades era la locomotora a carbón o de vapor, pero en cambio, sistema que se había declarado incompatible con el callejear urbano. En cualquier caso, desplazarse sobre carriles era ideal, suave y apetecible, mucho más que el traqueteo sobre adoquinado. Con todo, algunas de las líneas tranviarias de nuestro entorno habían trocado el caballo por la humeante locomotora, sin acabar de ver sus ventajas, eso sí. Eran las líneas de la Puebla de Farnals y del Grao. La existencia de inconvenientes de todo tipo iba por fin a desaparecer de un plumazo. El constante hollín, las carboneras de plazas de Tetuán y de torres de Serranos y hasta las temibles espantadas de caballerías, se empezarían a eliminar. Un diminuto motor, ese mágico y misterioso invento movido por la electricidad, iba a mostrar su músculo.
Pero no fue tarea fácil esa conversión. Personajes pudientes como el marqués de Campo, comercios como Casa Conejos delante de la Iglesia de San Martín, o teatros como el Princesa y el Principal, habían experimentado puntualmente las bondades de lámparas eléctricas de arco voltaico. De todos modos electrificar de forma consistente una red urbana y en buena parte suburbana como eran los tranvías, era una tarea fuera de lo común. Pocos suministradores existían que supieran acometer esa empresa con éxito. Las centrales generadoras ruidosas y molestas, deberían ser autorizadas obligatoriamente por el Gobierno, y al estar a las afueras el tendido de cables era todo un reto fabril. Por otra parte, los círculos de poder no eran ajenos a lo que se avecinaba. La evolución se hacía patente. Mientras que industriales europeos, franceses o belgas especialmente, eran conocedores de las posibilidades de negocio de este puerto comercial y el enlace con su abigarrada conurbación. Para colmo, los principales acreedores de las comarcas norte y sur de la Ciudad: la Compañía General de Tranvías y la Sociedad Valenciana de Tranvías llegaron arruinadas al despuntar el año 1896 tras temerarias ofertas del billetaje, y no podían afrontar remozamiento alguno.
Así es como dos años después irrumpe la Compagnie Générale des Tramways Électriques de Valence, Espagne, Société Lyonnaise. Ésta compra la línea de la Puebla de Farnals para su inmediata transformación. Las relaciones entre Valencia y la segunda ciudad francesa eran antiguas. El comercio de la seda era fecundo, y un ingeniero de la saga de los aprestos Orduña ya había estado detrás de la primera central eléctrica, la de la plaza de San Lorenzo. Enseguida ofertaría la compañía belga Thomson Houston del Mediterráneo más opciones, pero eso ya es otra historia.
Las obras no se hicieron esperar. Los carriles tenían que ser cambiados por otros más robustos y de garganta, para una buena continuidad de la corriente. El tiempo apremia. Apenas 5 meses y medio, pruebas de pértiga con garrucha aérea incluidas: toda una novedad. Littel el ingeniero suizo jefe de tracción, supervisando los cuarenta y dos vehículos adquiridos a la casa ACEC de Charleroi (Bélgica), etc. Coches de preciosos tonos rojo y crema con plataformas abiertas y controller de mando al aire, con techo ondulado que no tardaron en llamarse «de barraqueta». El 13 de febrero ya se habían realizado las primeras pruebas ante el temor vecinal del entonces odioso fluído, cuyos cables pasaban a altura de balcones. La inauguración se produjo justo tras las fallas del último año del siglo XIX. Fue todo un acontecimiento. Un paso arrollador que de forma incuestionable modernizó en siete meses posteriores 34 kilómetros que totalizaban las líneas de Grao, Torrente, Catarroja y Puebla de Farnals. Sin duda motivo muy apreciado por los eruditos del momento, científicos que no dudaron en hacer un alto en su camino hacia Elche, para observar el evento del siglo: el eclipse sol, ya que no eran ajenos a los adelantos en electrotecnia. Se dieron cita aquí astrónomos de la talla de Camille Flammarion, José Joaquín Landerer y un joven investigador: José María Meliá Bernabeu. Este último conocido como Pigmalión, que trabajaría en dicho tranvía, y conocí ya anciano al deambular acudiendo a su habitual programa de radio.
Implantación del transporte tranviario que ya no se entiende sin hacer uso de la electricidad. Que perdura en la Ciudad del Turia como pionero retorno de sostenibilidad en el desplazamiento, y que desfila de forma cotidiana ante el campus de cuya Universidad Politécnica es símbolo de aquella innovadora referencia tecnológica.
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